¿Quiénes son las criaturas concebidas por el arte y la inteligencia artificial a modo de personajes puramente virtuales que sólo existen en las pantallas de los dispositivos, y cuáles son los androides digitales a la cabeza del marketing de influencia que amenazan con disputarles el atípico y codiciado “mercado de pulgas de alta gama” a los nuevos mediáticos de Internet que conocemos como “influencers” humanos?
El panorama del marketing de influencers –esos especímenes excéntricos que copan los medios sociales y masivos– crece a un ritmo tan intenso, que se te perdona si todavía no sabés que también los hay en su versión digital, influencers virtuales al poder del negocio de los personajes humanos, que cada día engullen una porción más grande de la torta: te presentamos a las estrellas computadorizadas de este firmamento artificial.
El marketing de influencia surgió de la identificación del efecto que ciertas personas a las que se bautizó “influencers” tienen sobre compradores potenciales de productos y servicios en la era de internet. Convertidos en astros del firmamento de las redes, personalidades de los medios, líderes de opinión, periodistas, y hasta simples consumidores con ascendiente sobre las masas, se volvieron los nuevos ricos del siglo 21. No obstante, puede que estas estrellas de hoy sean tan fugaces como su arribo a escena, y el fin de los influencers humanos llegue con unos competidores infinitamente más baratos y eficientes: los influencers virtuales.
Las aplicaciones de bloqueo de anuncios publicitarios (ad-blockers), los cortafuegos (firewalls) y las redes privadas virtuales (VPN) se han vuelto muy populares entre los usuarios de Internet –en especial entre los miles de millones de propietarios de dispositivos móviles, verbigracia: celulares– como forma de protegerse del robo de datos y de la molesta publicidad intrusa. El problema se presenta cuando roba el vigilante, y esas aplicaciones –pagas o gratuitas– se dedican a cosechar en secreto los datos del usuario al que aseguran custodiar.
Toda la evidencia disponible parece demostrar que la furiosa epidemia –declarada pandemia por la OMS– de Coronavirus en tiempos de Internet habría sido infinitamente más grave de lo que ahora es si no estuviésemos en 2020 y no gozáramos de las bondades de la informática, las comunicaciones digitales y la Inteligencia Artificial, entre los innumerables avances producidos en las últimas décadas.
La iniciativa comenzó en Europa con fuerza legal, y obligó a los grandes jugadores globales, primero, y al resto de los millones de sitios de Internet de todo tipo a declarar de manera expresa qué datos recogen de los usuarios. Lo que parecía en principio una normativa un tanto paranoide terminó por desnudar la vasta y cerrada trama de filtraciones de información que vulneran la privacidad, peligro chino por excelencia desde que se conoció públicamente que el gobierno del polémico Xi Jinping nos espía a todos.
La piedra del escándalo rompió todos los esquemas cuando Facebook admitió el uso indebido de información privada extraída de forma ilegal de más de 50 millones de usuarios para influir en las elecciones que llevaron a Donald Trump a la presidencia. Aparece así el enemigo interior de la libertad, más peligroso aún que las acechanzas chinas y rusas, con el condimento adicional de que existe evidencia de entre las “cibercampañas sucias” estaría la de Argentina 2015.
Desde hace cierto tiempo, pero con más fuerza a partir de los primeros días de marzo de 2019 y en medio de la guerra comercial declarada por el presidente Trump contra Beijing, se han diseminado versiones potenciadas por las redes sociales y los medios masivos acerca de una avanzada del ciberespionaje impulsada por China para conseguir datos privados relevantes de empresas e individuos alrededor del mundo mediante artilugios tan impensados como adaptadores y cables fabricados por el Gigante de Oriente. ¿Qué hay de cierto en la penetración del peligro chino por todos los medios, apoyado en su condición de nación productora de tecnología por excelencia?
Millones de usuarios caen en la trampa de iniciar sesión con Facebook para acceder a otros sitios, para utilizar aplicaciones, para registrarse en servicios diversos, o para entrar a distintos lugares conectados en línea. Sin saberlo, una enorme cantidad de información confidencial queda a merced de piratas informáticos que pueden usarla –y la utilizan– en su contra.
El mundo de los asistentes virtuales está aquí desde hace un tiempo con los dispositivos y ecosistemas de software desarrollados por Apple, (Siri se lleva el 34% del mercado en EE.UU), Alphabet (Google Assistant tiene el 19%) o Microsoft (Cortana cautiva al 4% de los usuarios), el más llamativo de los cuales es el Amazon Alexa (6% de la porción de la torta), ya por su eficiencia, su diseño o las disparatadas incidencias que ha generado. ¿Están preparadas las marcas para asegurar su presencia en este novedoso espacio que ofrece la inteligencia artificial para el comercio electrónico conversacional?
El pasaje desde la plataforma web para computadoras de escritorio a la aplicación móvil para smartphones y tabletas supuso una movida magistral para ponerle el moño al sistema de entrega de comidas a domicilio elaborado por PedidosYa y terminó por catapultarlo a los principales destinos buscados en América Latina. PedidosYa y el chivito uruguayo, dos grandes buenas ideas gestadas en la Suiza del Río de la Plata, se consolidaron hoy como auténticos clásicos de los que debemos aprender, y mucho.
El sistema de delivery con soporte en línea
PedidosYa y el
chivito uruguayo –dos “grandes valores” que merecieron sendas notas en nuestro sitio– poseen, además de su calidad de
“charrúas” (apelativo cariñoso para todo lo que provenga de la República Oriental del Uruguay) un vínculo muy especial: tal vez el uno nunca habría sido posible sin el otro. La loca historia de ambos emprendimientos orientales, separados
65 años en el tiempo, es tan singular y atípica, que merece la pena conocerse. En
“El chivito…” contábamos el nacimiento del popular plato; en este caso, resumimos la evolución de
Pedidos Ya.
¿De qué manera los anunciantes, sus marcas, sus productos y sus agencias pueden obtener beneficios de los nuevos modos de interacción que permiten los medios en línea? Las maneras novedosas de distribuir contenidos pueden resultar dramáticamente más efectivas y eficientes para la publicidad y el marketing, y brindar herramientas de seguimiento y control como nunca antes estuvieron disponibles.
PedidosYa es una compañía de envío de comida a domicilio basada en la conectividad a Internet –y en particular a través de teléfonos móviles– que vincula a millones de personas en Latinoamérica con
más de 15 mil restaurantes, bares y rotiserías para que, mediante una sencilla cadena de pasos puedan encontrar, seleccionar y pedir el delivery de opciones gastronómicas a la medida de sus preferencias, de manera segura y confiable. Pedidos Ya hace historia en movimiento, aunque no todos saben cómo se inició este emprendimiento –tan uruguayo como el
chivito– que desde 2014 forma parte del gigantesco emporio alemán
Delivery Hero.
El chivito uruguayo es uno de los pocos platos que pueden atribuirse exclusivamente a la gastronomía de la Banda Orientela, un clásico ideado por casualidad sobre finales de la primera mitad del siglo 20 y vigente hasta nuestros días, cuyo nacimiento quedó registrado por la prensa de la época y oficiaría de musa insospechada para los creadores del
célebre y exitoso sistema de gestión de comidas en línea Pedidos Ya.
La República Argentina es el único país en el mundo en el que el Día de la Madre, una celebración universalizada casi por completo, se festeja el tercer domingo de octubre. Aunque nuestro país no es la única excepción, el grueso de las naciones lo conmemora en mayo. El Día de la Madre y la publicidad son indisolubles a la hora de echarle un vistazo a la venta minorista estacional, y cobra más fuerza desde la viralización de las ventas en línea, en particular desde los dispositivos móviles.
El comercio minorista –sobre todo el argentino– afronta un enigma que no se resuelve sólo mediante la intuición o los datos crudos: ¿por qué invertir en publicidad digital si la mayoría de las ventas se da en los locales físicos? El desafío se incrementa cuando se piensa además en las nuevas estrategias de publicidad omnicanal minorista impulsadas desde todos los frentes. La punta del ovillo a desenredar está, sin embargo, en el público objetivo de los ‘retailers’: la forma en que se comportan los consumidores cambia y evoluciona con una rapidez inusitada para la cual hay que estar preparados.
Uber molesta. La era inaugurada con la telefonía móvil, Internet y la expansión fragorosa de dispositivos y tecnologías digitales provistos de cierta inteligencia artificial revolucionó a todas las formas de hacer negocios a escala global: industrias tradicionales y muy afianzadas tuvieron que reformular su modelo de funcionamiento para adaptarse y no desaparecer; las grandes compañías cinematográficas, editoriales, discográficas, las cadenas de radio y TV, los diarios, se encontraron de pronto con la disyuntiva de cambiar o desmoronarse por implosión. De la mano de Uber, esta tendencia también llegó al transporte urbano, y desató una guerra que inevitablemente dejará secuelas en el largo plazo.
Generación X, Generación Y, Generación Z, tres caras de un universo vasto y dominante con el que anunciantes, medios y especialistas no saben muy bien qué hacer. Acuñados en su origen durante el apogeo de la generación de los Baby Boomers, muchos de los GX son padres de GY, los que a su vez tienen vástagos entre los GZ, en un mundo que se ha globalizado en la misma medida en que se ha vuelto más individual, aunque menos privado.
Aunque las clasificaciones son tan difusas como las características de los individuos a los que pretenden encasillar, se conoce popularmente como “Generación X, Generación Y, Generación Z” al rango de personas nacidas –respectivemente– entre 1966 y 1980, 1981 y 1995, 1996 y 2010, es decir, a las generaciones que sucedieron a quienes se denominó en su momento los Baby Boomers (1951 a 1965, llamados así por la extraordinaria cantidad de concepciones posterior a la Segunda Guerra Mundial), hoy en franco pasaje a retiro. Pero, ¿por qué nos interesan en particular estas 3 generaciones tan lábiles como diversas?
La distinción entre Black Friday, Cyber Monday y Black Weekend es cada vez más irrelevante, ya porque su naturaleza y aplicación se han distorsionado hasta lo impensable, ya porque las compras en línea –sobre todo las que se realizan a través de dispositivos móviles– se corren con fuerza hacia las fiestas navideñas, que roban para sí una porción cada vez más grande de la torta.
Las notificaciones push son mensajes que “emergen” desde hace algún tiempo en las pantallas de los dispositivos móviles cada vez que tiene lugar un evento que el usuario ha decidido que es importante para él –la gama es tan amplia que puede incluir información útil sobre el tránsito, el estado del tiempo, noticias de los medios, o interacción social– pero 2016 se ha presentado como el año en que comenzaron a hacerse ubicuas las notificaciones push individualizadas, un tipo más inteligente de alertas que mejoran en mucho la experiencia del usuario.
En el pasado –y aún en el presente– las compañías tabacaleras han afrontado juicios millonarios por su responsabilidad en las consecuencias que provoca el hábito de fumar, tanto sobre fumadores activos como pasivos; pero, ¿qué sucede con las desarrolladoras de tecnología de punta y los malos hábitos de los usuarios? ¿Hasta dónde llega la RSE tecnológica, por ejemplo, en los innumerables casos de accidentes de tránsito provocados por el uso de los teléfonos celulares cuando es peligroso y no corresponde?
A la hora de realizar una compra, contratar un servicio o hasta quizás, elegir un destino donde disfrutar de unas placenteras vacaciones, casi siempre recurrimos a la opinión o el asesoramiento de alguien de confianza. En los entornos virtuales, esta idea se mantiene siempre muy presente: es que con la llegada de la web 2.0 se abrió un panorama en el que la opinión de cualquier usuario puede generar una corriente de comentarios que, muchas veces son más efectivos y concretos que cualquier tipo de publicidad. Éste es el terreno fértil para el influencer.
El marketing digital aquí y ahora es una herramienta fundamental para el sostenimiento del éxito de las empresas en esta era en la que la palabra marketing está indisolublemente ligada al compromiso: la promoción de marcas, productos y servicios en línea –en particular a través de las aplicaciones móviles en el complejo panorama de los negocios– se ha convertido rápidamente en un espacio de subastas en el que pierde aquel que no pone los pies sobre el plato.
Twitter, la red social donde los mensajes que lanzan los usuarios a la línea de tiempo no pueden exceder los 140 caracteres (alguna vez denominada microblog para habilidosos del idioma), parece encerrada en su propio laberinto financiero mientras no encuentra la manera de salir del estancamiento en el que está sumida desde hace rato, al tiempo que acumula, en tan sólo 10 años de vida, pérdidas que superan los US$ 2 mil millones; poco, si se considera a la base –declarada– de 320 millones de usuarios a razón de 65 millones de tuits (tweets) por día; mucho, si se tiene en cuenta la corta existencia de la idea.
En diciembre de 2015 se anunció la suspensión de
Mailbox, una muy difundida aplicación
(app) de gestión de correo electrónico para celulares y computadoras, para el 26 de febrero de 2016. Aunque limitada para los servicios de
Gmail (Google) y
iCloud (Apple), Mailbox tuvo muy buena acogida entre los usuarios del servicio de alojamiento remoto
Dropbox, que la ofreció de manera gratuita como parte de un paquete promocional que incluía más espacio para quienes la usaran.
La publicidad nativa es una variante táctica de la publicidad tradicional, a la manera de los “infomerciales”, los “publirreportajes” o entrevistas auspiciadas, la PNT (publicidad no tradicional, antaño ‘chivos’), el product placement (la exhibición velada de marcas y productos en películas y series) y un sinfín de atajos pensados para llegar con más eficacia y de manera elíptica a las audiencias, aún a las más reacias.
La Programación 360 es una nueva plataforma publicitaria que parte de las preferencias de las audiencias meta del anunciante para fijar los medios, los contenidos y los objetivos de la campaña, en un espectro que barre los 360° del alcance posible, lo que incorpora la novedosa idea de trabajar en un círculo que se retroalimenta y se regenera de manera constante.
La publicidad a través de Internet ha crecido de manera relevante: potenciada por agencias y anunciantes, ha pasado de constituir entre un 12 y un 35% de la inversión publicitaria total. En este contexto, los 5 mayores generadores de contenidos de consumo masivo de la Argentina se unen para lanzar RPA Media Place, una empresa de publicidad digital programática que disputará con vigor el mercado con los gigantes Google y Facebook.