Desesperada por impactar, la publicidad agota al público, excitado hasta el límite en un vórtice que desborda su capacidad de respuesta coherente.
Este Mes de la Independencia Argentina, el séptimo del calendario (hasta incluye un “domingo 7”), llega cargado de interrogantes para anunciantes, agencias y medios: más allá de los acostumbrados, hay otros recién nacidos, y unos cuantos francamente fuera de toda agenda. ¿Qué oportunidades notables podremos aprovechar para adaptarnos a las tendencias estacionales presentes, conectarnos con nuestros públicos objetivos, mejorar el posicionamiento, y alcanzar metas concretas en esta Argentina que no deja de sorprendernos?
El panorama presente de la publicidad (o de cualquier otra disciplina que uno elija) cambia constantemente, se desenvuelve de manera confusa, carece de direcciones claras y es bastante inexplicable por incomprensible: necesitamos imperiosamente menos algoritmos y más seres humanos reales que nos ayuden a decidir a qué vale la pena prestarle atención y a qué no. ¿Por qué?
Que los niños son un público objetivo apetecible para el comercio, los medios, las marcas y la publicidad es una obviedad más que conocida desde tiempos remotos. En los últimos años, sin embargo, los párvulos han cobrado una relevancia notable como fuentes de negocios, ya como consumidores finales, ya como influyentes poderosos sobre quienes toman las decisiones de compra. La mayoría de las tendencias ponen a los chicos primero como una verdadera cornucopia que, además, multiplica a los integrantes del segmento a un ritmo tan veloz que es difícil tener una idea certera de sus dimensiones.
Desde Veronese Producciones saludamos y agradecemos a todas las secretarias por la labor diaria que llevan adelante con compromiso y profesionalismo.
La comercialización de productos y de servicios a través medios electrónicos –en inglés, “electronic commerce” (comercio electrónico) abreviado e-commerce o simplemente ecommerce (de ahí el título)– tiene una larga historia iniciada en los albores de la década de 1970, pero que se vio potenciada con la universalización de Internet, primero, y con el desarrollo acelerado de las tecnologías de conectividad móvil, sobre el final de la década de 2000. En términos de crecimiento y al calor de la fiebre del coronavirus, el ecommerce argentino nos puso en el número uno de la tabla de los 10 países con mayor crecimiento de transacciones minoristas durante 2020, una de las pocas oportunidades en las que somos primeros en algo provechoso.
¿Quiénes son las criaturas concebidas por el arte y la inteligencia artificial a modo de personajes puramente virtuales que sólo existen en las pantallas de los dispositivos, y cuáles son los androides digitales a la cabeza del marketing de influencia que amenazan con disputarles el atípico y codiciado “mercado de pulgas de alta gama” a los nuevos mediáticos de Internet que conocemos como “influencers” humanos?
El panorama del marketing de influencers –esos especímenes excéntricos que copan los medios sociales y masivos– crece a un ritmo tan intenso, que se te perdona si todavía no sabés que también los hay en su versión digital, influencers virtuales al poder del negocio de los personajes humanos, que cada día engullen una porción más grande de la torta: te presentamos a las estrellas computadorizadas de este firmamento artificial.
El marketing de influencia surgió de la identificación del efecto que ciertas personas a las que se bautizó “influencers” tienen sobre compradores potenciales de productos y servicios en la era de internet. Convertidos en astros del firmamento de las redes, personalidades de los medios, líderes de opinión, periodistas, y hasta simples consumidores con ascendiente sobre las masas, se volvieron los nuevos ricos del siglo 21. No obstante, puede que estas estrellas de hoy sean tan fugaces como su arribo a escena, y el fin de los influencers humanos llegue con unos competidores infinitamente más baratos y eficientes: los influencers virtuales.
La originalidad es un atributo preciado para la publicidad porque suele proporcionar atracción e interés inmediatos y de manera muy eficaz. A veces, la singularidad viene acompañada de extravagancias, rarezas y desvaríos que, con el paso del tiempo, se vuelven más extraños aún. Te proponemos responder a esta trivia sobre esas raras campañas viejas que dejaron su impronta por su excentricidad. ¿Te animás a contestar sin googlear?
Las aplicaciones de bloqueo de anuncios publicitarios (ad-blockers), los cortafuegos (firewalls) y las redes privadas virtuales (VPN) se han vuelto muy populares entre los usuarios de Internet –en especial entre los miles de millones de propietarios de dispositivos móviles, verbigracia: celulares– como forma de protegerse del robo de datos y de la molesta publicidad intrusa. El problema se presenta cuando roba el vigilante, y esas aplicaciones –pagas o gratuitas– se dedican a cosechar en secreto los datos del usuario al que aseguran custodiar.
¿Cómo se reconfiguran las estrategias imaginadas para un 2020 que, al final de su segundo mes, adquirió una fisonomía insólita, inverosímil aun para las mentes más audaces, fascinadas todavía por el explosivo e inexplicable segmento de los más jóvenes? ¿Cómo se baraja y reparte de nuevo en medio de una crisis inaudita y absurda que nadie podía prever? ¿Cómo concebir una publicidad reformulada con objetivos flamantes figurados a la grupa de la pandemia y la recesión global subsiguiente?
Dentro de lo imprevisible de la evolución de las conductas individuales y grupales (¿tribales?) en épocas de crisis, la economía del pánico reitera –con matices perdurables– viejos vicios de la humanidad propios de nuestra naturaleza, de algún modo invariables, predecibles, imaginables. El COVID-19 dio, da, y dará material de estudio para comprender mejor cómo y qué somos, de qué formas hacemos lo que hacemos aunque no sepamos por qué.
Toda la evidencia disponible parece demostrar que la furiosa epidemia –declarada pandemia por la OMS– de Coronavirus en tiempos de Internet habría sido infinitamente más grave de lo que ahora es si no estuviésemos en 2020 y no gozáramos de las bondades de la informática, las comunicaciones digitales y la Inteligencia Artificial, entre los innumerables avances producidos en las últimas décadas.
La iniciativa comenzó en Europa con fuerza legal, y obligó a los grandes jugadores globales, primero, y al resto de los millones de sitios de Internet de todo tipo a declarar de manera expresa qué datos recogen de los usuarios. Lo que parecía en principio una normativa un tanto paranoide terminó por desnudar la vasta y cerrada trama de filtraciones de información que vulneran la privacidad, peligro chino por excelencia desde que se conoció públicamente que el gobierno del polémico Xi Jinping nos espía a todos.
Las buenas noticias para los creadores de todo tipo de contenidos digitales son que los Millennials están dispuestos a pagar por los servicios de producción en general, pero las malas noticias, periodistas, son que para los jóvenes de hoy las cosas buenas son sólo aquellas que ellos reconocen como “contenidos premium”.
La piedra del escándalo rompió todos los esquemas cuando Facebook admitió el uso indebido de información privada extraída de forma ilegal de más de 50 millones de usuarios para influir en las elecciones que llevaron a Donald Trump a la presidencia. Aparece así el enemigo interior de la libertad, más peligroso aún que las acechanzas chinas y rusas, con el condimento adicional de que existe evidencia de entre las “cibercampañas sucias” estaría la de Argentina 2015.
Alcanza con observar las colosales alteraciones experimentadas en nuestras formas de consumir todo aquello que sea consumible para darse cuenta sin esfuerzo de que en el mundo inquieto y arrollador de la publicidad, pensar, entender, cambiar y, en definitiva, progresar, son acciones elementales para mantenerse en la famosa cresta de la ola, o al menos no colapsar ante su paso irreversible.
Desde hace cierto tiempo, pero con más fuerza a partir de los primeros días de marzo de 2019 y en medio de la guerra comercial declarada por el presidente Trump contra Beijing, se han diseminado versiones potenciadas por las redes sociales y los medios masivos acerca de una avanzada del ciberespionaje impulsada por China para conseguir datos privados relevantes de empresas e individuos alrededor del mundo mediante artilugios tan impensados como adaptadores y cables fabricados por el Gigante de Oriente. ¿Qué hay de cierto en la penetración del peligro chino por todos los medios, apoyado en su condición de nación productora de tecnología por excelencia?
El siglo 21 llegó con novedosas formas de hacer dinero nunca vistas en el pasado. Los nuevos modelos de negocios para armar, con sus extrañas ofertas y metodologías de trabajo, representan serios desafíos para la publicidad, que debe revisar y eventualmente derrumbar los paradigmas de siempre.
Lego es tal vez la más famosa y creativa empresa cuya línea de productos de excelencia para niños de distintas edades se centra en los juegos basados en bloques y en otros elementos modulares. Desde su nacimiento –hace exactamente un siglo al momento de escribir esta nota– hasta nuestro tiempo, ha transitado tiempos turbulentos y cambiantes en los que las únicas alternativas eran el desafío de Lego (rearmarse o desaparecer), disyuntivas en las que siempre se las ingenió para jugar las cartas con ingenio y habilidad.
Innovar como filosofía de vida es desde siempre, y aun en pleno auge de la era de la información digitalizada y automatizada, la tradición que ha caracterizado a Lego, la marca que debe gran parte de su fama mundial a los bloques de ladrillos plásticos encastrables lanzados al mercado sobre el final de la década de 1940. La paradoja de la vigencia de una compañía centenaria cuya naturaleza se sustenta en la producción de objetos físicos merece ser tomada como objeto de estudio.
Millones de usuarios caen en la trampa de iniciar sesión con Facebook para acceder a otros sitios, para utilizar aplicaciones, para registrarse en servicios diversos, o para entrar a distintos lugares conectados en línea. Sin saberlo, una enorme cantidad de información confidencial queda a merced de piratas informáticos que pueden usarla –y la utilizan– en su contra.
El concepto de Marca País engloba a una estrategia general basada en la construcción de un conjunto de signos de diferente naturaleza y materialidad para crear impresiones efectivas en el público interno –los habitantes– y externo –el resto del mundo, en especial, aunque no sólo, aquél con el que se establecerán transacciones (comercio, turismo, cooperación)– vinculadas a las cualidades nacionales tomadas como beneficios comparativos.
Mientras las unidades de la ubérrima Uber se reproducen sin control como conejos en las grandes ciudades, las huestes de los “caza Uber” –una feroz versión de la cinegética– persiguen y castigan con impunidad y sin piedad a cualquier cosa que se les parezca, al punto de a atacar a conductores particulares por la sola “portación de apariencia”, como si fuese una inversión en vuelta de campana del Diario de la guerra del cerdo.
Desde que en 2003 la Cámara Argentina del Juguete de la Argentina pidió que el Día del Niño (instaurado en 1960) se trasladara al tercer domingo de agosto por razones de estrategia de mercado, la celebración ha tenido una suerte dispar, de la mano de los avatares de la economía y los acelerados cambios provocado por los avances tecnológicos. La publicidad para niños –a veces decididamente una publicidad infantil– ha respondido casi siempre de manera espasmódica a estas transformaciones.
El mundo de los asistentes virtuales está aquí desde hace un tiempo con los dispositivos y ecosistemas de software desarrollados por Apple, (Siri se lleva el 34% del mercado en EE.UU), Alphabet (Google Assistant tiene el 19%) o Microsoft (Cortana cautiva al 4% de los usuarios), el más llamativo de los cuales es el Amazon Alexa (6% de la porción de la torta), ya por su eficiencia, su diseño o las disparatadas incidencias que ha generado. ¿Están preparadas las marcas para asegurar su presencia en este novedoso espacio que ofrece la inteligencia artificial para el comercio electrónico conversacional?
Las investigaciones estaban en una especie de ruina cuando el psicólogo experimental George A. Miller presentó en Harvard una ponencia titulada “El mágico número 7 ± 2”, que ayudó a desencadenar una explosión de formas de concebir al pensamiento y abrió paso a la psicología cognitiva, para consternación del conductismo dominante. ¿Qué tan valiosos son los conceptos desbrozados en aquella investigación para el “posicionamiento siete más o menos dos” de las marcas en la mente de los consumidores?
En su libro “Ser digital”, Nicholas Negroponte pronosticaba la evolución de la humanidad desde el “mundo de los átomos” al “mundo de los bits” en el que la gigantesca compañía de Bill Gates, Microsoft, contaba con una ventaja apabullante: todos sus productos eran digitales y, por lo tanto, fabricados con bits. En la vereda de enfrente, Amazon, fundada en 1994 por Jeff Bezos, apostaba al tradicional almacenamiento, venta y distribución de bienes tangibles, que comenzó con la venta del primer libro en julio de 1995. Sin ser competidores directos, la contienda virtual Amazon versus Microsoft podría considerarse un clásico de estrategias de negocios opuestas. A más de 20 años de la profecía de Negroponte, ¿quién se benefició y quién se perjudicó con en esta carrera de direcciones divergentes?
La Semana Santa es, en el mundo cristiano, un tiempo de recogimiento que comienza el Domingo de Ramos y culmina el Domingo de Resurrección (Pascua) y memora a la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo luego de la Cuaresma previa, un período que comienza el Miércoles de Ceniza y acaba el Jueves Santo, antes de la Misa de la Última Cena. Entre nosotros asume significados complejos y variables, a veces contradictorios, muy vinculados también con la gastronomía y el turismo, ya por la extensión del feriado, ya porque como en este 2018 se prolonga con en Día del Veterano y de los Caídos en la Guerra de Malvinas. No queda muy claro si la Semana Santa a la argentina es una festividad, un duelo o un espacio en el que la memoria nos pide una clara conciencia de lo que somos y hacemos a la luz del pasado. Lo que sí resulta patente, es que este año parece ideal para hacerse una escapada.