Independencia argentina: rumbo al bicentenario.

La Independencia argentina se acerca al bicentenario

El Congreso de la Provincias Unidas del Río de la Plata, reunido en la ciudad de San Miguel de Tucumán desde el 24 de marzo de 1816, declaró la Independencia de la metrópoli española el 9 de julio de ese mismo año. Días más tarde, el mismo concilio instituyó la bandera nacional concordante con la habitual, derivada de la enarbolada en Rosario el 27 de febrero de 1812, con los mismos colores de la escarapela que usaba el ejército, ambos emblemas creados por el general Manuel Belgrano: hubo que esperar más de 4 años hasta que se sosegara la furia del ministro Bernardino Rivadavia, quien había mandado destruir a la enseña de Belgrano por temor a las reacciones en Europa.


La Casa de Tucumán, lugar donde se declaró la Independencia nacional.
La célebre Casa de Tucumán, propiedad de Francisca Bazán de Laguna, declarada Monumento Histórico Nacional en el año 1941.

Como suele ocurrir en nuestras tierras, las cosas no eran ni fáciles, ni sencillas. Con la excepción de Córdoba, las provincias de la confederación denominada Liga Federal (la Banda Oriental, Corrientes, Entre Ríos y Santa Fe) enemistada con el Directorio gobernante, se oponían al Congreso; vastos territorios, incluidas varias provincias del Alto Perú, estaban inmersos en problemas más graves, como la guerra contra los realistas, o eran dominios de los habitantes originarios, a saber, el Gran Chaco, el Comahue o la Patagonia ; y Paraguay, librado del yugo de España en 1811, era reacio a someterse a las condiciones centralistas que imponía Buenos Aires.

Cuenta el historiador Felipe Pigna que el martes 9 de julio de 1816 no llovía en Tucumán como sí había llovido 6 años antes en Buenos Aires, cuando los episodios de la cuarta semana de mayo de 1810 que dieron origen a la Revolución.

A pedido del diputado por Jujuy, el abogado Teodoro Sánchez de Bustamante, mientras el general José de San Martín llamaba a viva voz a concluir para siempre con la atadura colonial, se discutió (aunque fuese ya indiscutible) el “proyecto de deliberación sobre la libertad e independencia del país”, dentro de un temario conocido como “Plan de materias de primera y preferente atención para las discusiones y deliberaciones del Soberano Congreso”.

La declaración de la Independencia fue un trámite más bien expeditivo: el primer ítem del orden del día fue el decisivo, y los diputados, de pie, aclamaron la Independencia de las Provincias Unidas de América del Sud.

Paradojalmente, esa noche transcurrió por completo apacible, y se dispuso el festejo para el miércoles 10.

El acta de la Independencia

“En la benemérita y muy digna ciudad de San Miguel de Tucumán a nueve días del mes de julio de 1816: terminada la sesión ordinaria, el Congreso de las Provincias Unidas continuó sus anteriores discusiones sobre el grande, augusto y sagrado objeto de la independencia de los pueblos que lo forman. Era universal, constante y decidido el clamor del territorio por su emancipación solemne del poder despótico de los reyes de España, los representantes sin embargo consagraron a tan arduo asunto toda la profundidad de sus talentos, la rectitud de sus intenciones e interés que demanda la sanción de la suerte suya, pueblos representados y posteridad. A su término fueron preguntados ¿Si quieren que las provincias de la Unión fuese una nación libre e independiente de los reyes de España y su metrópoli? Aclamaron primeramente llenos de santo ardor de la justicia, y uno a uno reiteraron sucesivamente su unánime y espontáneo decidido voto por la independencia del país, fixando en su virtud la declaración siguiente:

Nos los representantes de las Provincias Unidas en Sud América, reunidos en congreso general, invocando al Eterno que preside el universo, en nombre y por la autoridad de los pueblos que representamos, protestando al Cielo, a las naciones y hombres todos del globo la justicia que regla nuestros votos: declaramos solemnemente a la faz de la tierra, que es voluntad unánime e indubitable de estas Provincias romper los violentos vínculos que los ligaban a los reyes de España, recuperar los derechos de que fueron despojados, e investirse del alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando séptimo, sus sucesores y metrópoli [y toda otra dominación extranjera].

“Dada en la sala de sesiones, firmada de nuestra mano, sellada con el sello del congreso y refrendada por nuestros diputados secretarios.

  • Francisco Narciso de Laprida, presidente.
  • Mariano Boedo, vicepresidente, diputado por Salta.
  • Antonio Sáenz, diputado por Buenos Aires.
  • José Darregueyra, diputado por Buenos Aires.
  • Fray Cayetano José Rodríguez, diputado por Buenos Aires.
  • Pedro Medrano, diputado por Buenos Aires.
  • Manuel Antonio Acevedo, diputado por Catamarca.
  • José Ignacio de Gorriti, diputado por Salta.
  • José Andrés Pacheco Melo, diputado por Chichas.
  • Teodoro Sánchez de Bustamante, diputado por la ciudad y territorio de Jujuy.
  • Eduardo Pérez Bulnes, diputado por Córdoba.
  • Tomás Godoy Cruz, diputado por Mendoza.
  • Pedro Miguel Aráoz, diputado por la capital del Tucumán.
  • Esteban Agustín Gazcón, diputado por Buenos Aires.
  • Pedro Francisco de Uriarte, diputado por Santiago del Estero.
  • Pedro León Gallo, diputado por Santiago del Estero.
  • Pedro Ignacio Ribera, diputado de Mizque.
  • Mariano Sánchez de Loria, diputado por Charcas.
  • José Severo Malabia, diputado por Charcas.
  • Pedro Ignacio de Castro Barros, diputado por La Rioja.
  • Jerónimo Salguero de Cabrera, diputado por Córdoba.
  • José Colombres, diputado por Catamarca.
  • José Ignacio Thames, diputado por Tucumán.
  • Justo Sta. María de Oro, diputado por San Juan.
  • José Antonio Cabrera, diputado por Córdoba.
  • Juan Agustín Maza, diputado por Mendoza.
  • Tomás Manuel de Anchorena, diputado de Buenos Aires.
  • José Mariano Serrano, diputado por Charcas, Secretario.
  • Juan José Paso, diputado por Buenos Aires, Secretario”.

Las fiestas de la Independencia

General Manuel Belgrano, Jefe del Ejército del Norte, creador de la Bandera Nacional Argentina y promotor de la Independencia.
El General Manuel Belgrano, Jefe del Ejército del Norte, creador de la Bandera Nacional Argentina, uno de los principales promotores de la declaración de la Independencia.

Los festejos por la emancipación de la Corona española han quedado plasmados, con matices, en los textos memorables del general Gregorio Aráoz de Lamadrid, el oficial sueco Jean Adam Graaneer y el escritor Paul Groussac.

“Declarada la independencia el 9 de julio, nos propusimos todos los jefes del ejército [auxiliar del Perú], incluso el señor General en jefe [Manuel Belgrano], dar un gran baile en celebridad de tan solemne declaratoria; el baile tuvo lugar con esplendor en el patio de la misma casa del Congreso, que era el más espacioso. Asistieron a él todas las señoras de lo principal del pueblo y de las muchas familias emigradas que había de Salta y Jujuy, como de los pueblos que hoy forman la república de Bolivia”, relata el general Lamadrid en el Tomo I de sus “Memorias”.

Jean Adam Graaner, el único extranjero que asistió al momento de la declaración de la Independencia, detalla en un informe dirigido al príncipe Bernadotte (luego Karl XIV Joan) –se supone que Suecia buscaba oportunidades comerciales– bajo el título “Las provincias del Río de la Plata en 1816”, con una indisimulada sorpresa: “Todo se desarrolló con un orden y una disciplina que no me esperaba. Después que el gobernador de la provincia dio por terminada la ceremonia, el general Belgrano tomó la palabra y arengó al pueblo con mucha vehemencia prometiéndole el establecimiento de un gran imperio en la América meridional, gobernado por los descendientes (que todavía existen en el Cuzco) de la familia imperial de los Incas”.

Groussac refiere en su libro “El viaje intelectual. Impresiones de naturaleza y arte” por su parte: “El baile del 10 de julio quedó legendario en Tucumán. […] De tantas referencias sobrepuestas, sólo conservo en la imaginación un tumulto y revoltijo de luces y armonías, guirnaldas de flores y emblemas patrióticos, manchas brillantes u vagas visiones de parejas enlazadas, en un alegre bullicio de voces, risas, jirones de frases perdidas que cubrían la delgada orquesta de fortepiano y violín. […] Y desfilan ante mi vista interior, en film algo confuso, todas las beldades de sesenta años atrás…”

La bandera de la independencia

Independencia argentina: Bandera Nacional Argentina de guerra con sol.
La bandera nacional menor, inspirada en la enseña del General Manuel Belgrano, fue instaurada por el Congreso el 25 de julio de 1816, en tanto la “bandera nacional mayor”, o “de guerra con sol”, recién fue aprobada el 25 de febrero de 1818.

El gobierno nacional, por un decreto del 3 de marzo de 1812, había prohibido el izamiento de la bandera de Belgrano con el argumento de que no favorecía su política internacional, y la había reemplazado con la de la Fortaleza de Buenos Aires.

Inadvertido de tal decisión, el general la hizo bendecir en Jujuy con el canónigo Juan Ignacio Gorriti, por lo que fue sancionado, aunque, cada vez que pudo, la llevó a flamear en la batalla hasta lograr el reconocimiento irrevocable.

A instancias de un pedido del secretario del Congreso de Tucumán, el diputado Juan José Paso, y con la firma del presidente Narciso Laprida, durante la sesión del 25 de julio de 1816 se fijó el uso de la bandera nacional menor.

Elevadas las provincias Unidas en Sud América al rango de una nación, después de la declaratoria solemne de su independencia, será su peculiar distintivo la bandera celeste y blanca de que se ha usado hasta el presente, y se usará en lo sucesivo exclusivamente en los ejércitos, buques y fortalezas, en clase de bandera menor, ínterin, decretada al término de las presentes discusiones la forma de gobierno más conveniente al territorio, se fijen conforme a ella los jeroglíficos de la bandera nacional mayor.”

Hubo que esperar hasta el 25 de febrero de 1818 (aunque todavía no se hubiera establecido la forma de gobierno requerida en la resolución que el sanjuanino Laprida girara al Director Supremo) para que se aprobara la bandera nacional mayor, o de guerra con sol.

“El señor diputado Chorroarín […] expuso que era de parecer que sirviendo para toda bandera nacional los dos colores blanco y azul en el modo y forma hasta ahora acostumbrada fuese distintivo peculiar de la bandera de guerra un Sol pintado en medio de ella, cuyo proyecto, adoptado por la sala después de algunas reflexiones, quedó aprobado.”

La independencia definitiva

Batalla de Ayacucho: la independencia definitiva.
La Batalla de Ayacucho, óleo del pintor venezolano Martín Tovar y Tovar, según apuntes de su asistente Antonio Herrera Toro (c. 1884), conservado en la Galería de Arte Nacional de Venezuela.

La declaración de independencia del Congreso reunido en Tucumán –que se autodisolvió luego de la derrota del ejército del Directorio en la batalla de Cepeda, a manos del Ejército Federal– se constituyó en una bisagra en la historia de la nación, pero fue necesario continuar con las guerras de la Independencia durante 8 largos años hasta que el triunfo final de las tropas patriotas en la batalla de Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824, pudo asegurar la emancipación definitiva de las provincias de América del Sur.

Los 6 años que precedieron al Congreso de las Provincias Unidas no fueron menos arduos. Poblado de intrigas, conspiraciones e indefiniciones, con cosmovisiones irreconciliables y recalcitrantes, la férrea posición centralista del puerto de Buenos Aires en desmedro del resto de los territorios, Inglaterra siempre al acecho (desde las fallidas intentonas de 1806 y 1807 destinadas a aniquilar las barreras legales que defendían al comercio interior del orden colonial); el período que fue del 25 de mayo de 1810 al 9 de julio de 1816, excluido el enfrentamiento con España, tuvo tantas idas y venidas que es imposible resumirlas.

El agregado que figura entre corchetes en la transcripción del Acta (que dice: “y toda otra dominación extranjera”) fue impulsado por Pedro Medrano, diputado por Buenos Aires, basado en un rumor –fundado– que afirmaba que el fin último de la Independencia era permitirle a Director Supremo (Pueyrredón) entregar al país a la corona inglesa o a la portuguesa.

“El gobierno de estas provincias”, informaba el enviado de EE.UU. a su administración, “es demasiado sumiso a Gran Bretaña para merecer el reconocimiento de los Estados Unidos como potencia independiente”.

Cuando el general portugués Carlos Lecor invadió a la Provincia Oriental, Domingo French y Manuel Dorrego –adversarios de Pueyrredón– debieron exiliarse en el País del Norte.

El 11 de febrero de 1820, en un combate que duró unos pocos minutos, las tropas santafesinas del brigadier Estanislao López, junto con las entrerrianas de Francisco Ramírez, un escuadrón de Corrientes y algunos indios del Chaco, pusieron en retirada al poderoso ejército del Director Supremo José Rondeau en la cañada de Cepeda, sobre el límite de las provincias de Santa Fe y Buenos Aires.

La “Batalla de los Diez Minutos” significó la disolución del Directorio y del Congreso Nacional, descomposición de donde emergerían más tarde las autonomías provinciales, semilla del federalismo.

En los hechos, EE.UU. recién admitió la Independencia del gobierno de Buenos Aires el 4 de mayo de 1822, cuando en el Río de la Plata había cesado cualquier forma de autoridad nacional en el lapso que se conoció como la Anarquía del Año XX.

La victoria cierta de los emancipadores –la última gran batalla de las campañas de la Independencia– tuvo lugar en Ayacucho, Perú, con una capitulación que puso el punto final a las refriegas, aunque España sólo declinó su soberanía sobre las posesiones continentales en el sur de América en 1836, y firmó la paz recién el 14 de agosto de 1879 en Francia.

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10 de junio: Día del Trabajador de la Carne de la República Argentina.