Años de debates, discusiones, acusaciones y evasivas acerca de la forma –en rigor semántico– que deberían tener las modelos publicitarias y de alta costura por fin concluyeron en un acuerdo positivo –aunque discutido, claro– que se pone en práctica para protegerlas de los excesos a los que las somete una demanda despiadada. Apenas unos días antes de que Emmanuel Macron fuese consagrado para regir los destinos de Francia, un par de decretos del Ministerio de Asuntos Sociales y Salud del país galo publicados en el boletín oficial promulgan una ley de 2015 que instruye acerca de las condiciones que deben cumplirse para cuidar la salud de las trabajadoras de la pasarela y prevenirlas de la anorexia, entre otros males: las modelos publicitarias sanas dentro de la ley ya son una realidad.
Acaso el 4 de mayo de 2017 no pasará a la historia como una fecha especial, pero es seguro que no se trató de un día más en la vida de las modelos, y por qué no los modelos –al menos y por ahora sólo en Francia– reducidas desde siempre a meros objetos portadores de moda. Parte de una problemática mayor, que incluye a los problemas de desigualdad de género, la discriminación de las personas por su aspecto físico y la desviación de las conductas en pos de unos objetivos para los cuales se minimizan los medios utilizados y sus consecuencias sobre la salud física y mental de los afectados, a la sazón, millones de niños, adolescentes y adultos jóvenes, la iniciativa impulsada por la jefa de la cartera de Salud Marisol Touraine, sentará al menos un principio de acción.
“París –capital de la moda global– podría verse de pronto encorsetada por un marco regulador más que riguroso.
Considerada universalmente como el hogar de la moda, Francia acaba de apostar a cambios legales significativos cuyas repercusiones están aún lejos de quedar expuestas, en especial porque estipula figuras penales y tipifica eventuales delitos dentro de un ámbito en el que la legislación no se había atrevido a avanzar. París, algo así como la Meca donde los jóvenes aspirantes a modelos esperan hacer su debut para ser descubiertos por los diseñadores, podría verse de pronto encorsetada por un marco regulador más que riguroso, por no decir, cristalizado.
El bastante debatido índice de masa corporal (IMC o BMI por sus siglas en inglés, una medida estándar controversial porque no tiene en cuenta las particularidades físicas individuales) será en adelante parte de la consideración para aceptar modelos mayores de 16 años: la nueva normativa, desde el arranque, exige que todos quienes modelen obtengan un certificado médico oficial que confirme su bienestar psicofísico general y que se encuentren por sobre el rango de los pesos bajos a muy bajos (quedan excluidos los casos de IMC inferior a 16, o al percentil 5, que computa también edad, altura y sexo).
Modelos publicitarias y Phtoshop en la mira
La ley francesa, que tiene aplicación sobre todos los modelos que trabajen dentro del territorio de la Unión Europea y el Espacio Económico Europeo, amplía además sus alcances a otros aspectos del problema: la ubicua y abusada aplicación para el tratamiento de imágenes de Adobe Systems, el célebre Photoshop, podría quedar bajo un serio escrutinio.
A partir del 1 de octubre de 2017, cualquier imagen comercial de un modelo cuya apariencia corporal haya sido alterada de manera digital o por cualquier otro medio deberá contener la etiqueta “photographie retouchée” (fotografía retocada) de modo ostensible.
“¿Qué autoridad tendrá capacidad de certificar que tal o cual modelo es saludable y que otro no lo es? ¿La censura de los tipos humanos de bajo peso no rebotará y dejará abierto el camino al elogio del sobrepeso, tanto o más nocivo que la delgadez extrema?
Aquellos que no revelen los trucos de retoque serán pasibles de multas que comienzan en los 37.500 €, pero el empleo de modelos que no cumplan con los requisitos sanitarios y la certificación médica verificada podrán recibir multas que arrancan en los 75.000 € y la accesoria de 6 meses de prisión de cumplimiento efectivo.
Una de las fisuras más notables que puede aparecer en la ejecución de la “ley de retoque” se presenta en la aplicación limitada sólo a la publicidad, y no a las imágenes editoriales –es decir, revistas y diarios, menos lucrativas pero más deseables que la mera publicidad comercial– ya que podría ser tachada de censura a la libertad de expresión y de prensa, como mínimo. Baste visualizar que el descubrimiento y lanzamiento de las modelos se producen, en general, antes en las revistas que en las campañas de marketing de las marcas.
Centro universal y líder de la moda, Francia ha asumido un papel de liderazgo que no será fácil de traducir en hechos, y cuyos efectos deseables serán difíciles de verificar: después de todo, una de las razones principales de la prevalencia de la anorexia entre las modelos (y su explotación como arquetipo para la figura humana) reside en el desequilibrado balance de poder en la industria, que coloca a las modelos publicitarias en la parte inferior de la pirámide ecológica, a merced de diseñadores, agentes, bookers, fotógrafos, estilistas y explotadores de laya variada.
La responsabilidad social empresaria de la publicidad
Varias preguntas recurrentes, como qué autoridad tendrá capacidad de certificar que tal o cual modelo es saludable y que otro no lo es, empiezan a resonar; o si la censura de los tipos humanos de bajo peso no rebotará y dejará abierto el camino al elogio del sobrepeso, tanto o más nocivo que la delgadez extrema, y un problema consistente sobre todo en los países desarrollados; o si la responsabilidad social empresaria (RSE) indispensable del ambiente que rodea a las modelos y obtiene usufructos será asumida como tal en beneficio de toda la sociedad; o si el brazo de la ley alcanzará para liberar a las modelos publicitarias de la presión que emana del lado más glamoroso y adinerado del negocio.
“La moda tiene una predilección especial por reflejar momentos que le son notables y, al mismo tiempo, transgredir las normas fósiles de lo establecido para destituirlo e instituir “lo nuevo”.
Es probable que la nueva legislación francesa no solucione ni siquiera en parte el cúmulo de problemas creados por la engañosa imaginería que satura a los medios masivos de nuestro tiempo; pero al menos será un paso más en la dirección que lleva a tratar de detener el tremendo daño –en principio– psicológico que causan, y que desencadena una espiral de crecientes perjuicios de todo tipo, en especial sobre los consumidores jóvenes y vulnerables de la sociedad.
El mensaje más claro que se desprende de la iniciativa de Francia es que ya es hora de que las industrias de la moda, de la publicidad y de los medios de comunicación actúen con responsabilidad hacia las personas de las que dependen en buena medida para sobrevivir. Francia acaba de decirles a esas industrias, no ya locales, sino de escala global, que a partir de ahora existe un riesgo financiero y un riesgo penal si continúan empecinadas en discurrir por la senda equivocada.
La moda –casi una forma pagana del arte, o una modalidad sublime de la publicidad– tiene una predilección especial por reflejar momentos que le son notables y, al mismo tiempo, transgredir las normas fósiles de lo establecido para destituirlo e instituir “lo nuevo”, lo que provoca para llamar la atención y despertar el interés. ¿Es esa preferencia un pecado?
Como sucede a menudo, el justo medio es un tanto difuso, y lo que visualizamos como un avance puede, de repente, presentarse como un retroceso, por ejemplo, si las personas con bajo peso natural comienzan a sentirse discriminadas y estigmatizadas, más aún aquellas que no consiguen subir de peso sin esfuerzo, o las que por alguna razón sufren de variantes de anorexia no ligadas al imperativo dominante.
Visto desde otra perspectiva, estamos a un paso de considerar a las adolescentes y jóvenes con anorexia nerviosa o bulimia del mismo modo peyorativo y culposo, cuando no violento en extremo, con el que tratamos a los adictos a los estupefacientes, incluidos aquellos derivados del alcohol, enfoque que se ha mostrado y demostrado dañino e inconducente, excepto para quienes están en el negocio del tráfico o en el negocio más grande todavía de la “guerra contra las drogas”, curiosa digresión.
Y las modelos publicitarias argentinas, ¿qué?
A mediados de abril de 2017, la marca de indumentaria de capital nacional Ona Saez sufrió en carne propia –literalmente– críticas feroces por la falta de carne de las modelos (para mal de males, menores de edad) utilizadas en su campaña de ropa para la temporada otoño/invierno enfocada en el segmento infantil Ona Saez Kids: las fotografías de dos hermanitas muy espigadas con prendas de la colección merecieron reproches del tono “adultez forzada”, sexualización de la infancia”, “culto de la delgadez patológica” y “apología de la anorexia”, entre las más livianas; los suspicaces infaltables encontraron retoques –inexistentes– en las imágenes para lograr figuras longilíneas de aspecto mórbido casi espectral, y aprovecharon para acusar también a los padres de las criaturas, al narcotráfico y al gobierno anterior.
“Nadie quiso quedarse afuera, y todos en patota fueron a pegarle a Ona Saez que, sin decir agua va, dio de baja las fotos de la polémica con un escueto post en la página oficial de Facebook.
La marca madre tomó nota del “repudio” expresado –y viralizado– por ciertos referentes (en la jerga, influencers) de las redes sociales, de la talla del chimentero Jorge Rial (“Se fueron al pasto los de @Onasaez”), el mediático doctor Alberto Cormillot (“Una verguenza [sic]”), la “periodista especializada en revistas femeninas” Teresa Napolillo (“No voy a postear la foto porque me avergüenza que se expongan a niñas, sexualizándolas y haciendo un culto de la anorexia #OnaSaezKids”), la ignota “communiyy manager cursando master MPD” Andrea Lahoz, la productora de TV Mariana Montero (“No compremos esta moda de @onasaezkids Es todo lo que NO queremos inculcarle a nuestras hijas. Atentos!”), el periodista Diego Iglesias (“Y esto @Onasaez? ¿Tan inconscientes son del mensaje que están dando? ¿O no les importa?”), el doctor “comunicador en temas de salud” Jorge Tartaglione (“Quien es el irresponsable que arma esta campaña en esta marca. El estado NO regula esto! Que carajo deben suspenderla y multarlos/ [sic]”) y un sinnúmero de “opinadores” legos pero muy indignados, a los que los medios les dieron un espacio que no habrían sospechado ni en sus sueños más ególatras.
Nadie quiso quedarse afuera, y todos en patota fueron a pegarle a Ona Saez que, sin decir agua va, dio de baja las fotos de la polémica. Con un escueto post en la página oficial de Facebook, la marca ensayó su descargo:
En vista a los comentarios agresivos generados a partir de la publicación del último lookbook de Ona Saez Kids, querríamos hacer algunas aclaraciones sobre la visión y los valores de la marca. Se eligieron a las chicas de las fotos publicadas porque las conocemos y nos consta que son chicas felices que expresan valores como la hermandad, la amistad y la alegría; no solamente por su apariencia física. Como hemos demostrado a través de los años la marca es inclusiva y ha usado a muchas modelos de todas las tallas y estilos.
Queremos aclarar que las niñas en las fotos no son anoréxicas como se ha comentado, y nos apena que lo vean así, ya que esos no son los valores que representamos. Es de nuestro interés pensar tanto en la inclusión como en la representatividad de personas saludables. La anorexia infantil es un problema muy grave que compete a todo el entorno familiar de los niños, y sobre los que corresponde a los profesionales de la salud expresarse. En Ona Saez queremos afirmarles que queremos vestir a todos, independientemente de su edad, género, etnia o talla y lo demostramos día a día tanto a través nuestro actuar cotidiano como de las múltiples campañas de responsabilidad social a la cual hemos adherido. Queremos asegurarles que vamos a trabajar para fortalecer nuestros valores de inclusión, franqueza y solidaridad que nos representan.
Como suele suceder con casi todos los temas en la Argentina, los comentarios de la “opinión pública” mediatizada se centraron más en las cuestiones personales irresueltas de cada uno, en la cultura del “yo opino” sin saber, en el escándalo y el correveidile, que en verdadero debate de fondo, y a otra cosa: el tema pasó al olvido apenas encendida la mecha del petardo.