El monstruo evolutivo

Mientras sobrecarga a las audiencias con estímulos tan quirúrgicos como atronadores, la publicidad parece sumirse en un ciclo autodestructivo interminable, como si fuera el Uróboros, serpiente inmortal –a veces dragón– que devora su propia cola para formar un círculo recurrente, perfecto, ilusorio y absurdo.

En los confines donde la mitología encuentra a la alquimia habita el monstruo

publicidad subliminal

responsabilidad social empresarial hasta cuándo tirar de la soga el anzuelo equilibrio virtuoso zombis cibernéticos polución cognitiva más información no es más conocimiento

Infoxicados

Quien más, quien menos, los transeúntes del Milenio padecemos la presión de no dejar pasar por alto ningún suceso, conocerlo todo, y mantenernos actualizados en cada materia, aun en las que nos son más irrelevantes.

Perdernos el tren –o el cohete– de la historia contemporánea, moldeada por las herramientas del progreso científico y tecnológico, se asemeja a ser desconectados de la maquinaria de supervivencia que nos mantiene en un plácido letargo.

La simplona “sociedad de consumo” del siglo 20, aturdida en el fragor de los medios masivos, adquiría bienes y servicios, no por satisfacer necesidades básicas ni por mera ambición, sino por una compulsión hacia la complacencia propia.

En el principio había sido la prolífica prensa escrita, muy pronto emergió la etérea radio, seguida de la hiperkinética TV –por aire, primero, por cable, después– cual Gran Hermano omnipresente a lo Orwell.

Los medios compitieron, se sumaron y potenciaron mutuamente para bombardear de mensajes a las audiencias, ya de por sí azoradas en la vía pública por una polución visual desaforada.

Originalmente pensada como una herramienta educativa informativa, Internet ganó popularidad a finales de la década de 1990 para afianzarse por fin en los 2000 y convertirse en un nuevo medio feraz hasta lo vicioso para la publicidad.

El vástago descontrolado

La cultura del goce personal, pretenciosa búsqueda de prestigio, codicia de status, ansia de reconocimiento social o mera banalidad, aguijoneada por los mass media y atizada por la publicidad, procreó el complejo modelo actual.

un Golem, más que un clon, de aquella hoy arcana sociedad.

La tecnología de la información por sí sola, eximida del lastre de los pesados objetos fabricados con materias tangibles, supera y se impone a la impotente y destemplada vieja industria.

Esta mutación llega de la mano de un fenómeno –hasta cierto punto previsible aunque no menos irremediable– que algunos llaman “infoxicación”, es decir: la disponibilidad tóxica, sin moderación ni límites, de volúmenes desmesurados de estímulos informativos.

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10 de junio: Día del Trabajador de la Carne de la República Argentina.