Toda la evidencia disponible parece demostrar que la furiosa epidemia –declarada pandemia por la OMS– de Coronavirus en tiempos de Internet habría sido infinitamente más grave de lo que ahora es si no estuviésemos en 2020 y no gozáramos de las bondades de la informática, las comunicaciones digitales y la Inteligencia Artificial, entre los innumerables avances producidos en las últimas décadas.
De Wuhan al resto del mundo
El título de esta nota quiere ser una paráfrasis invertida un tanto desmañada de la hipnótica novela de 1985 del escritor Gabriel García Márquez “El amor en los tiempos del cólera”, infolio que retrata el desarrollo de la relación de los padres del inefable Gabo a lo largo de un período en el cual se despliega sobre un poblado indeterminado una hipotética epidemia.
En un universo humano que cambia con velocidad inusitada, las patologías infecciosas emergen y se expanden también con gran velocidad.
Pero el acceso creciente a datos útiles y fiables, y su procesamiento profundo para generar conocimiento y difundirlo con más rapidez de la que las enfermedades tienen para propagarse, juega a nuestro favor.
La sorpresiva –para la mayoría de nosotros– y violenta irrupción –en las noticias primero, en la salud pública, las finanzas, el trabajo, la educación, los espectáculos y la vida cotidiana de las personas en todo el orbe después– del nuevo Coronavirus (designado COVID-19) genera exaltación y reacciones encontradas.
La veloz propagación a escala planetaria, debida en buena parte a la globalización de los desplazamientos humanos facilitada por los medios de transporte, provoca un estado de alerta cercano al pánico, que se realimenta con la falta de información útil, veraz y precisa.
No sabemos qué pasa ni qué hacer, nos desorientamos y adquirimos comportamientos paranoides incontrolables.
Por fortuna, el progreso de la humanidad viene a auxiliarnos.
Peligro chino
Mucho se ha hablado y se habla de los vicios e inconvenientes que apareja lo que alguna vez se llamó la Era de la Información que hoy vivimos, sin dejar de mencionar los temores ancestrales que nos provocan las máquinas y las fantasías sobre los robots (en su relato “Círculo vicioso” el escritor Isaac Asimov elaboró las 3 Leyes de la Robótica, aplicadas a lo largo de su obra para tranquilidad de los lectores).
La “buena salud digital” se ve amenazada por violaciones a la privacidad e intimidad, multiplicación y sofisticación de la criminalidad, robo de datos, conductas adictivas, ausencia de comunicación y encuentros cara a cara entre las personas, aislamiento, pereza, sedentarismo, problemas de aprendizaje, limitación de lenguaje, sobreestimulación sensorial y dispersión de la atención, acoso y cyberbullying, fake news y contenidos no deseados, engañosos u ofensivos, insuficiencia de control parental, exacerbación del miedo y el odio, desvinculación de la realidad tangible, dependencia tecnológica y pérdida de la autosuficiencia ante un eventual colapso energético.
No obstante, la crisis del coronavirus en tiempos de Internet nos muestra sobradamente que el progreso siempre conlleva más beneficios que desventajas.
Bits al rescate
Como la Caballería en las viejas películas del Oeste de Hollywood, como el Chapulín Colorado del memorable Chespirito o los superhéroes de la Liga de la Justicia, la tecnología parece haber venido, si no a rescatarnos, al menos a blindarnosun poco de la epidemia.
Cuando el fundador del Media Lab del Instituto de Tecnología de Massachussetts (el célebre MIT) Nicholas Negropontepredicaba sobre las bondades de los bits y predecía la declinación de nuestra sumisión a los átomos en el siglo pasado, quizás no tenía en mente el problema de las epidemias, o tal vez sí.
Las enfermedades infectocontagiosas se basan en la propagación de virus y bacterias que se mueven con las velocidades discretas que les permiten los átomos; la información, en cambio, tiene la instantaneidad que le dan los bits, ventaja que nos puede facilitar la batalla.
Lo concreto es que, hoy por hoy, el acceso a los dispositivos electrónicos basados en Internet nos brinda asistencia y socorro efectivos, eficaces y eficientes frente al COVID-19, no siempre tan evidentes para el público.
La viralización de Coronavirus
El término viralización –algo así como la reproducción exponencial de una información de modo que su difusión adquiera escalas notables– es un neologismo de este tercer milenio y a la vez una herramienta provechosa para un sinfín de finalidades.
Como toda herramienta, no es buena ni mala en sí misma, aunque su denominación pueda resultar (más aún en este momento) amenazadora.
La viralización temática del Coronavirus en tiempos de Internet tiene todos los aspectos negativos vinculados con las epidemias (léase el cuento “La máscara de la muerte roja” de Edgar Allan Poe, o sin preámbulos la novela “La peste”de Albert Camus) que experimentamos en estos días y sobre los que no vamos a redundar aquí.
Pero sobre todo nos da una multiplicidad de ventajas, imposibles sin el desarrollo tecnológico que nos acompaña, que no debemos desperdiciar.
Inteligencia natural
Antes de entrar en detalles, pensemos que la primera voz de alarma sobre la aparición del nuevo Coronavirus (COVID-19 por Coronavirus disease 2019) provino de un equipo epidemiológico médico, dotado de un sistema de Inteligencia Artificial (IA) capaz de identificar la ocurrencia de una patología atípica, que analizó los datos de un grupo de pacientes con cuadros de neumonía en el municipio de Wuhan, en la provincia de Hubei, China.
Informado del hecho, el Comité de Salud de Wuhan formuló un “aviso urgente por tratamiento de neumonía de causa desconocida” a todo el sistema sanitario chino, respondido a su vez con rapidez extrema por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que tomó cartas en el asunto e hizo circular la información e instruyó a todos sus miembros: nada de esto habría sido posible sin los nuevos medios de comunicación.
El tiempo es esencial: cuando en 2002 se produjo la epidemia de SARS, también en China, el gobierno de Beijing se movió con lentitud y fue muy parco, al punto de recibir acusaciones de encubrimiento. Hoy en cambio, aunque China hubiese ocultado los hechos, las herramientas de información de que disponemos los habrían expuesto de manera instantánea y completa.
Un punto azul para la alerta roja
La plataforma de monitoreo de salud impulsada por IA de Bluedot (una startup de Toronto, Canadá) lanzada en 2014, analiza miles de millones de puntos de datos en todo el Planeta para rastrear y anticipar la propagación de enfermedades infecciosas.
Fue esa herrameinta la que alertó a sus clientes y usuarios privados y públicos sobre el brote, mucho antes de que arribaran las notificaciones de la Organización Mundial de la Salud y de los gobiernos nacionales.
Miles de epidemiólogos revisan los resultados provistos por Bluedot, que utiliza el procesamiento de lenguaje natural (el que hablamos las personas) y las técnicas de aprendizaje automatizado para examinar automáticamente, entre otros datos masivos, los informes de noticias globales (públicas, privadas y académicas), los datos de las aerolíneas y los informes de brotes de enfermedades en animales.
Además de facilitar el rastreo y la propagación de la información entre los especialistas en tiempo real, BlueDot efectúa pronósticos certeros.
Para el COVID-19, la plataforma adelantó que el virus descubierto en Wuhan seguiría el derrotero Bangkok-Seúl-Taipei-Tokio, lo que hizo que se tomaran las medidas más urgentes para limitar el contagio a sus expresiones mínimas, dentro de lo viable.
Y Bluedot es sólo una de millones de organizaciones alrededor del mundo que unen voluntades, conocimientos y facultades para enfrentar la emergencia gracias a la universalización de las comunicaciones instantáneas, a los procedimientos más novedosos y eficientes, y a la capacidad instalada, que consiguen procesar y mover cantidades inmensas de información de manera inmediata.
Las ventajas de estar en línea
Va entonces una enumeración (limitada por su naturaleza y por el espacio disponible, desordenada por la urgencia propia del medio) de algunos de los enormes beneficios que nos proporcionan los progresos de los últimos 50 años para afrontar la pandemia del Coronavirus en tiempos de Internet:
- Los teléfonos celulares inteligentes –smartphones– hacen posible que las personas aisladas preventivamente (infectadas o no) interactúen de las más diversas formas con quienes deseen, sea por mensajes escritos, audio e inclusive video, de modo que no pierdan su vinculación con el mundo.
- La universalización del acceso a los nuevos medios, pese a que pueda verse como marginal, significa una importante elevación en la calidad de vida de la población; aún las personas más desfavorecidas pueden contar hoy con herramientas esenciales para la subsistencia que habrían sido impensables un par de décadas atrás.
- Los servicios en nube –cloud services– facilitan todo tipo de transacciones remotas desde y hacia cualquier lugar, sin necesidad de moverse ni de transportar nada, lo que favorece el trabajo no presencial.
- Si bien circula una gran cantidad de información errónea, dudosa o falsa, el acceso a datos confiables y verificables es mucho más sencillo, con el resultado de que hoy las personas pueden estar más y mejor informadas que en cualquier otro momento de la historia.
- El homebanking (transacciones bancarias desde el hogar), las gestiones administrativas en línea de todo tipo (trámites, documentación, facturación, búsqueda de información), el comercio electrónico (e-commerce) y la logística de distribución de bienes tangibles eliminan el contacto personal directo, o la necesidad de asistir a lugares concurridos, y anulan por completo la posibilidad de contagio.
- La combinación virtuosa de los procedimientos más avanzados en todos los campos del conocimiento con las capacidades de los dispositivos móviles y la ubicuidad e instantaneidad de Internet, llevan al extremo la optimización del trabajo para el control de la pandemia en cualquiera de las áreas involucradas de manera directa e indirecta.
- La informatización de la vida cotidiana implica un ahorro descomunal de recursos (en el que la Responsabilidad Social Empresaria o RSE juega un rol protagónico) que va desde la supresión del papel y otras materias como soportes físicos de datos a la reducción asombrosa del consumo de energía, con los efectos consiguientes de disminución en la producción de deshechos y en las emisiones al medio ambiente, la contracción de la huella de Carbono y la mejora en el equilibrio de los desbalances de la economía global.
Es cierto que las amenazas del ciberterrorismo, el fraude en línea, el espionaje, los delitos contra la integridad de las personas y un sinfín de peligros siguen al acecho pero, como con el Coronavirus en tiempos de Internet, lo mejor que podemos hacer es no perder la calma, evitar el pánico, controlar los temores y prepararnos para la acción.
En épocas de grandes y rápidos cambios, lo ideal es no dejar de moverse.