Es casi una obviedad que quienes hayan nacido después de 1970 jamás leyeran u oyeran hablar de esta médica rumana cuyos conocimientos le dieron fama mundial y la proyectaron al estrellato de las ideas populares sobre la ciencia. Es que la leyenda de la doctora Ana Aslan, que prometía si no la juventud y la belleza eternas, al menos el control y retraso del envejecimiento y la prolongación de la vida con estándares muy elevados. Durante un largo tiempo estuvo en boga una droga farmacológica empleada por Aslan –la procaína, o su versión comercial el Gerovital– que resultó ser la preferida de las personalidades más afamadas y disímiles para enfrentar a la maldición de la vejez.
Juventud, divino tesoro
Para algunos una heroína, para otros una embaucadora, Ana Aslan fue una gerontóloga nacida en Brăila, Rumania, en 1896, graduada en medicina, cuya clínica de Bucarest atrajo a miles de personas de todo el mundo en busca de la pócima de la juventud que sus detractores se encargaron de denunciar sólo se trataba de una solución de procaína, una droga muy utilizada por los odontólogos para impedir el dolor, y administrada por los médicos a personas mayores como un antidepresivo suave.
Desde el presidente estadounidense John Fitzgerald Kennedy y su sucesor Lyndon B. Johnson hasta sus equivalentes soviéticos Nikita S. Jrushchov y Leonid Brejnev, el primer ministro británico Harold Wilson, el mandatario francés Charles de Gaulle, el caudillo y dictador español –“generalísimo”– Francisco Franco y por su intercesión el general argentino en el exilio Juan Domingo Perón, la lideresa india Indira Gandhi, el revolucionario comunista chino Mao Tsé-tung (Máo Zé Dōng en el actual pinyín), el presidente de la República Democrática de Vietnam Hồ Chí Minh, el canciller germano occidental Konrad Adenauer, el dictador yugoeslavo Josip Broz Tito (alias el Mariscal), el rey saudí Fáisal bin Abdulaziz, el líder militar indonesio Suharto, o el general faccioso chileno Augusto Pinochet Ugarte, recurrieron a la doctora para conservar su evanescente lozanía.
Las estrellas del espectáculo y la alta sociedad, como Wallis Simpson (casada con Eduardo VIII del Reino Unido, devenido por ello en duque de Windsor); el magnate griego Aristoteles Onassis; la célebre cantante Josephine Baker; las actrices Marilyn Monroe, Marlene Dietrich, Claudia Cardinale, Zsa Zsa Gabor o Lillian Gish; los actores Charles Chaplin, Henry Fonda, Omar Sharif o Sylvester Stallone; quienes más, quienes menos, sucumbieron a la tentación de matar a la muerte, como llegó a decirse.
Los pintores Salvador Dalí o Pablo Picasso, los escritores Pablo Neruda, Miguel Ángel Asturias, Jean Cocteau o W. Somerset Maugham, no quedaron fuera de las legiones de celebridades y desconocidos ilustres que probaron la misteriosa fórmula mágica que motivó la propagación de la leyenda de la doctora Ana Aslan.
“Retardar el proceso de envejecimiento, prevenir la invalidez y la aparición de enfermedades, es el objetivo del Gerovital H3, un preparado compuesto basado en la procaína, una sustancia química que actúa a nivel celular como si fuera una vitamina, pero sin serlo.
Dra. Ana Aslan.
Todavía hoy, una auténtica constelación de cosméticos y fármacos que incluyen pastillas, polvos para disolver, inyecciones, sueros, lociones, cremas de belleza –en general rotulados como productos “anti age”– lleva y replica esa fórmula milagrosa con la promesa de postergar la aparición de la senectud y la pérdida de la tierna juventud.
“Retardar el proceso de envejecimiento, prevenir la invalidez y la aparición de enfermedades, es el objetivo del Gerovital H3, un preparado compuesto basado en la procaína, una sustancia química que actúa a nivel celular como si fuera una vitamina, pero sin serlo”, predicaba la científica rumana en tiempos en los que su país era gobernado, sucesivamente, con el puño de hierro de Ana Pauker, Petru Groza, Ion Gheorghe Maurer, Gheorghe Gheorghiu-Dej, Chivu Stoica y el malogrado Nicolae Ceaușescu.
Para muchos, Ana Aslan fue una científica brillante, la pionera de la geriatría y la gerontología (términos desusados y hasta neologismos en su momento) que evidenció de modo incontrastable la importancia de la procaína en la mejora de los trastornos distróficos relacionados con la edad, y diseñó diferentes tratamientos contra la vejez, cuyas contribuciones en la materia se consideran esenciales.
Los pacientes tratados con la droga del “elixir de la juventud”, aseveran sus seguidores, parecen mejorar la función circulatoria, aumentar la flexibilidad cutánea, disminuir las úlceras, atenuar los síntomas de la enfermedad de Parkinson, aminorar la artritis, impedir la pérdida de memoria, mejorar la cognición, mantener la potencia muscular, aumentar la capacidad pulmonar, y superar la depresión senil.
Para la comunidad médica internacional y para las autoridades científicas en general, la eficacia de los tratamientos con Gerovital es poco menos que residual y no representa mucho más que las típicas fórmulas curalotodo que se venden en la TV por cable a través de los espacios excedentes que dejan las horas muertas. De hecho, su administración con fines clínicos está desaconsejada o proscripta.
Nace la leyenda de la doctora Ana Aslan
Rumania, nos ha prodigado a través de su larga historia una serie de personajes tan célebres como singulares, si no legendarios, tal vez mucho más recordados y reconocidos que la doctora Aslan.
Vale la pena hacer un recorrido rápido.
El conde Drácula
Ya en el siglo 15 en la región de Transilvania, el príncipe de Valaquia, Vlad Tepes, vástago de Vlad Dracul (por tanto Drăculea, hijo de Drăcul, que significa Diablo), defensor de la cristiandad y héroe nacional, hacía de las suyas.
El sobrenombre Tepes proviene de su afecto peculiar por castigar a los enemigos con el empalamiento, crueldad entre otras que acaso inspiró al escritor irlandés Bram Stoker la novela de 1897 “Drácula”, y lo convirtió en el conde homónimo y el vampiro más reputado de todas las épocas.
Edward G. Robinson
El actor cinematográfico Edward G. Robinson, iniciado en las tablas de Broadway hacia 1915, pionero del cine mudo con su aparición en “The Bright Shawl” de 1923 y prolífico intérprete tanto en el teatro como en la pantalla grande, había nacido en Bucarest con la identidad real de Emmanuel Goldenberg (la G. de su nombre artístico) en 1893.
Emigrado a New York a los 10 años de edad, cobró renombre en 1930 cuando interpretó el papel del gángster Rico Bandello de la película “Hampa dorada” de Mervyn LeRoy, a partir de lo cual participó activamente en infinidad de obras hasta su retiro en 1968, y fue premiado con un Oscar póstumo en 1973, año de su fallecimiento.
Tarzán de los monos
El Tarzán más celebrado –encarnó al personaje en 12 filmes: Tarzán de los monos (1932), Tarzán y su compañera (1934), La fuga de Tarzán (1936), Tarzan Finds a Son! (1939), El tesoro secreto de Tarzán (1941), Tarzán en Nueva York (1942), El triunfo de Tarzán (1943), Tarzán el temerario (1943), Tarzán y las intrépidas amazonas (1945), Tarzán y la mujer leopardo (1946), Tarzán y la cazadora (1947), Tarzán y la sirena (1948)– fue a la sazón uno de los mejores nadadores del mundo, ganador de 52 campeonatos nacionales en EE. UU., 5 medallas olímpicas de oro y una de bronce, y con 67 récords mundiales en su historial.
El actor del taparrabos y el inconfundible alarido mítico con matices tiroleses Johnny Weissmüller, se llamaba en realidad Peter Johann Weißmüller, y había nacido en la ciudad rumana de Timișoara (donde años después enseñaría medicina la doctora Aslan) en 1904, cuando todavía formaba parte del Imperio austrohúngaro.
Tenis, mujeres y dinero
El hombre más rico y dueño del mayor banco privado de su Rumania, pero también de un fenomenal museo de coches de época, inversor financiero e inmobiliario, con intereses en el comercio, el sector de los seguros, y propietario desde 2002 del Open de Madrid (públicamente Masters 1000 ATP de Madrid, donde generó polémicas como el reemplazo de los recoge pelotas por modelos profesionales o la sustitución del polvo de ladrillo por arena azul), es el único rumano incluido en la afamada lista Forbes, con una fortuna que ronda los U$S 1.700 millones.
El proverbial Ion Țiriac también es padre soltero de 33 hijos, de los cuales sólo 3 llevan su apellido, y asegura que le gustan mucho las mujeres, pero no recuerda por qué.
Ex jugador olímpico de hockey sobre hielo sancionado de por vida luego de una pelea, se dedicó con sumo éxito al ping pong, pero encontró más divertido el tenis, deporte en el que ganó 24 torneos individuales.
Fue luego entrenador de Guillermo Vilas y Boris Becker, a quienes catapultó a la cumbre internacional, pero también de Adriano Panatta, Henri Leconte, Anke Huber, Mary Joe Fernández y Goran Ivanišević.
Sin pelos en la lengua, aunque sí en la cara, afirma que no hay problemas con darles a las mujeres premios iguales a los que el tenis entrega a los hombres, siempre y cuando reditúen idénticos resultado económicos: “Tengo la ventaja de que fui jugador, entrenador, promotor, manager; conozco al público, a la televisión, a todos. El deporte ya no es un deporte, es una industria, con profesionales”.
El bufón de Bucarest
Si con Țiriac no tienen suficiente jaleo, los muchachos de la Asociación de Tenistas Profesionales (ATP) gozaron y gozan de otro personaje disparatado.
Los registros indican que, entre agosto de 1973 y mayo del año siguiente, el rumano Ilie Năstase fue número 1 del tenis mundial, un lugar reservado para muy pocos.
“Ningún jugador en la historia ha tenido más talento o sido más mistificado… tanto por su brujería con la raqueta, como por su comportamiento raro e incluso desagradable” dentro y fuera de la cancha, capaz de “entretener a los espectadores con sus travesuras y mímicas” y de enfurecerlos con su “temperamento errático”, se consigna en la biografía oficial.
Los argentinos con edad y memoria suficientes lo recuerdan por haber quebrado la racha de 53 partidos invicto de Guillermo Vilas –y forzado su abandono del tenis– con una insólita raqueta de doble encordado que fue prohibida de inmediato.
A lo largo de su carrera profesional, Năstase obtuvo 58 títulos en singles (2 en torneos de Grand Slam) y 51 en dobles, hasta su retiro en 1986, luego de lo cual continuó provocando revuelos a diestra y siniestra con sus excentricidades.
La chica 10 de Montreal
El 18 de julio de 1976, una diminuta niñita de 14 años asombró con su irreal rutina de gimnasia artística durante la final de los Juegos Olímpicos de Montreal, Canadá.
Pese al formidable desempeño que hizo llorar de emoción a las 18.000 personas congregadas en el Forum, a los televidentes del mundo, y al propio jurado, al momento de la calificación el tablero electrónico mostró una marca insólita: 1,00 de 10 puntos.
Al cabo de una interminable y acalorada deliberación de los jueces, llegó la aclaración y la euforia: se trataba de un error.
Nunca en la historia de la gimnasia olímpica se había sobrepasado la puntuación de 9,95 y el contador no preveía la cuarta cifra para mostrar el 10,00 otorgado por unanimidad a la debutante atleta rumana.
Nadia Elena Comăneci, se convirtió así en la medallista de oro olímpica (3 preseas) más joven de los Juegos desde su instauración.
Su “perfecto 10” transformó a la adolescente en una luminaria internacional, recibida al regreso como patriota y nombrada “Héroe de la labor socialista”.
Durante los Juegos Olímpicos de Moscú en 1980 se alzó con 2 medallas de oro más, pero no pudo participar de los Juegos de Los Angeles por el veto de EE. UU. a Rumania.
En 1988 huyó del régimen de Ceaușescu y siguió a su equipo de entrenadores que había emigrado en 1981 para no regresar jamás.
La vocación samaritana de Ana
Durante la Primera Guerra Mundial, Ana Aslan se desempeñó como enfermera en el cuidado de los soldados rumanos en los hospitales militares del frente de Iași.
De regreso a Bucarest en 1919, comenzó a trabajar con el neurólogo Gheorghe Marinescu mientras cursaba sus estudios terciarios y universitarios.
“En 1949, Ana Aslan se convirtió en responsable de la Sección de Fisiología del Instituto de Endocrinología de Bucarest, punto de partida para su carrera como gerontóloga.
En 1922 obtuvo una licenciatura en Medicina de la Universidad de Bucarest, donde llevó adelante su tesis doctoral sobre fisiología cardiovascular bajo la supervisión del fisiólogo Daniel Danielopolu, que finalizó en 1924.
En 1949 se convirtió en la responsable de la Sección de Fisiología del Instituto de Endocrinología de Bucarest, en lo que fue el punto de partida para su carrera como gerontóloga.
Comenzó a experimentar con la procaína en el tratamiento de las afecciones reumatológicas y de la artrosis, bajo la supervisión de la Academia de Medicina rumana.
Como la procaína bloquea la conducción nerviosa (por eso su empleo como anestésico local), Aslan se propuso demostrar su eficacia e importancia en la mejora de los trastornos distróficos (procesos degenerartivos musculares) ligados a la edad.
Así, desarrolló un preparado de clorhidrato de procaína –más tarde bautizado y popularizado como Gerovital® H3– para el tratamiento de los efectos del envejecimiento.
Los pacientes medicados con Gerovital parecían demostrar los efectos prodigiosos de la droga, al punto que una vasta peregrinación de famosos del mundo de la política, el arte, la realeza, y esa argamasa que hoy conocemos como celebridades, se encaminó hacia la Meca de la juventud ilimitada con sede en Bucarest, seguida por simpatizantes y admiradores.
El elixir de la vida eterna
El primer medicamento diseñado para retrasar el envejecimiento humano se desarrolló en el período que va entre los años 1946 y 1956, como consecuencia directa de varias investigaciones clínicas y experimentales realizadas por la profesora Ana Aslan y su equipo a la par del nacimiento y los pasos iniciales de la República Socialista de Rumania.
“El Gerovital® fue patentado y consiguió aprobación para su administración y permiso de venta bajo receta en más de 30 países, aunque la comunidad científica nunca dejó de mirarlo con gran recelo y escepticismo.
El ingrediente activo del tónico fue sintetizado en 1905 sobre el mismo principio estructural de la cocaína, aunque pudo ser usado rápidamente y sin restricciones como anestésico local gracias a que no produce efectos adictivos.
Las pruebas comenzaron sobre ratones de laboratorio con la intención primitiva de tratar la artritis, pero al verificarse que, además de mejorar la movilidad articular, los roedores recuperaban peso y presentaban un aspecto más saludable y vivaz, se especuló con un uso de amplio espectro.
Los humanos inoculados sistemáticamente por primera vez, todos adultos mayores de 70 años, recibieron el preparado a partir de 1949.
Al cabo de 2 años, deslumbrada por los avances, Aslan escribió en sus notas que todos presentaban “un cambio en sus condiciones físicas y psicológicas,…un aumento de la memoria, una disminución de la rigidez por el Parkinson y un incremento en la potencia muscular”.
Durante los 3 años que siguieron, 25 ancianos recibieron un tratamiento comparativo con vitaminas, extractos de glándulas y otras alternativas.
Dada la aparente inocuidad del método, se extendió a más de 2.500 pacientes en sus formas oral e inyectable.
La conclusión lisa e inmediata fue que “la procaína reduce la edad biológica por debajo de la edad cronológica”, es decir, previene y combate los efectos de la vejez.
Los resultados se presentaron luego en un trabajo denominado “Novocaína: factor neurotrófico y antienvejecimiento”, publicado en 1955 por Aslan en colaboración con el profesor Constantin Ion Parhon.
Parhon fue el primer presidente provisional de Rumania durante su incorporación al bloque comunista, y era miembro de la Academia de Ciencias, editora del libro.
“La conclusión lisa e inmediata fue que la procaína reduce la edad biológica por debajo de la edad cronológica, es decir, previene y combate los efectos de la vejez.
Un año después, en 1956, el mundo de la medicina internacional conoció al Gerovital H3 al ser presentado en el Congreso Therapiewoche en Karlsruhe, y luego en el Congreso de Gerontología en Basilea.
El fármaco maravilloso fue patentado y consiguió aprobación para su administración y permiso de venta bajo receta en más de 30 países, aunque la comunidad científica nunca dejó de mirarlo con gran recelo y escepticismo.
Los resultados de las investigaciones realizadas por el grupo bajo la dirección de la doctora Ana Aslan se publicaron en revistas de reconocimiento internacional como Therapeutische Umschau, Revue Française de Gérontologie, Journal of Gerontology, Journal of Pharmacological Experimental Therapy, entre otros.También fueron objeto de presentaciones en eventos científicos internacionales como el Simposio sobre Aspectos Teóricos del Envejecimiento, Miami, EE. UU.; el 4º Simposio Internacional de Investigación Básica en Gerontología en Varnerg, Suecia; el 10 ° Congreso Internacional de Gerontología, Jerusalén, Israel; el 6 ° Congreso Internacional de Gerontología Dinamarca, Copenhague; o el XI Congreso Internacional de Gerontología de Tokio, Japón.
De Rumania con ardor
El elixir de la doctora Aslan ganó fama y popularidad mundial debido a la promesa explícita de producir una recuperación equivalente a rejuvenecer 20 años o más.
La atención sobre el Gerovital llegó al extremo de opacar por décadas a cualquier otra actividad y personalidad de la República.
El Gerovital fue comparado enseguida con las pastillas de soma imaginadas por Aldous Huxley en su novela distópica de 1932 “Un mundo feliz”, droga que modifica de raíz a la sociedad mediante el manejo de las emociones, con todas las ventajas del alcohol y de la religión, y ninguno de sus efectos colaterales.
La doctora Ana Aslan defendía con ferocidad las bondades adjudicadas al medicamento de su invención: “Uno no puede sentirse mejor psicológicamente sin estar a la vez bien físicamente”, se exaltaba.
El reconocimiento mundial era incesante, los títulos y medallas, las distinciones, los premios internacionales, las órdenes, las declaraciones, llovían sobre la investigadora, que tuvo la oportunidad de realizar y aplicar sus estudios en más de 300 mil individuos.
Efectos y defectos de la fama
El trabajo liderado por la doctora Aslan fue apreciado sin reticencias a nivel internacional, y también reconocido y valorado como una prioridad indiscutible para Rumania, que avaló en la totalidad de sus acciones.
La Organización Mundial de la Salud, la Academia de Ciencias de Nueva York, la Academia Tiberina de Italia, la Unión Global de Medicina Profiláctica e Higiene Social de Austria, el Consejo Global para Problemas de Urgencia de Holanda, la Sociedad Americana de Gerontología, la Confederación de Sociedades de Gerontología de los Países Latinos de España, tuvieron a Ana Aslan como miembro destacado.
Si bien fue laureada con el Premio de la Fundación Franzheim, consiguió el Meritto della Republica Italiana, fue elegida Caballero de la Nueva Europa también en Italia, Caballero de la Orden de Malta en Francia, Comandante de la Orden Naranja de Nassau en Holanda, Dama del Collar del Saint Graal en Francia, recibió el Premio Internacional de Ciudadanía de Filipinas, la OMS le otorgó el Premio y la Medalla Léon Bernard por sus contribuciones excepcionales en el campo de la Medicina Social y la Geriatría, y en los 35 años de labor consiguió más de 40 galardones destacados, la Academia sueca nunca la tuvo en consideración para el Premio Nobel, un vacío notable en su amplia colección.
Justo es mencionarlo, buena parte de las críticas despecitivas a la leyenda de la doctora Ana Aslan se sustentaron en meros prejuicios por su origen, por su condición de mujer y por las posibles consecuencias negativas de sus descubrimientos sobre la poderosa industria farmacéutica multinacional.
Muchos comentaristas ironizaron con la idea de que era un “Fausto con faldas”, en alusión al personaje mítico que pacta con el diablo beneficios a cambio de la entrega de su alma.
La clínica modelo, Meca de multitudes
El Instituto de Gerontología y Geriatría de Bucarest fue fundado en 1952 como la primera institución de este tipo por decisión del gabinete ministerial de Petru Groza, sucesor de Ana Pauker.
El edificio ocupado por la sede del Instituto, diseño original del arquitecto Ion Mincu de fines del siglo 19, está ubicado en la calle Caldarusani 9 de la ciudad capital.
Forma parte del patrimonio histórico nacional rumano, y fue recomendado como modelo de institución geriátrica por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 1964.
Diez años más tarde, ampliado con la incorporación de una clínica de grandes dimensiones y características constructivas y hospitalarias sobresalientes en un predio de 32 hectáreas en Otopeni, se convirtió en Instituto Nacional.
Se le asignó entonces el nombre de Ana Aslan, quien lo dirigió desde sus inicios y hasta el fin de su vida.
Drogas sin sexo ni rock and roll
La doctora Aslan fue la precursora de la gerontofilasis (cuyos efectos ensayó en al menos 20.000 personas de entre 45 y 60 años), un método cuyo propósito es retardar los signos del envejecimiento.
Los estudios sobre un universo de 15.000 personas adultas tratadas estocásticamente con Gerovital y con placebos para demostrar la relevancia y exactitud de sus resultados parecieron darle la razón.
La investigación concluyó que el 40% de aquéllas que tomaron Gerovital disfrutaron de menos días de ausencia laboral por enfermedad, aunque no se consignaron datos de las que tomaron el placebo.
En 1976, Aslan desarrolló en colaboración con la farmacéutica Elena Polovrăgeanu el producto geriátrico que denominaron Aslavital® (una especie de cicatrizante acelerado destinado a paliar efectos adversos de la edad sobre la piel) patentado y fabricado industrialmente a partir de 1980.
Como ocurre con muchos de los medicamentos desarrollados alrededor del mundo, entre los que se cuentan el Gerovital y el Aslavital, las exploraciones despiertan ilusión en el público y en los propios investigadores.
En el caso de la procaína, pudo comprobarse que tenía aplicaciones muy limitadas, la mayoría practicadas casi desde su síntesis, y estaba lejos de ser una panacea para la tercera edad.
La rigurosa Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) de EE. UU. terminó por prohibir el Gerovital para su comercio y su importación en 1982.
Las observaciones realizadas por la agencia concluyeron que el preparado tenía un posible efecto inhibidor de las enzimas MAO (monoamino oxidasas, responsables de algunos trastornos neurológicos) y confirmaron que el Gerovital parecía conseguir algún resultado sobre la depresión, pero no hallaron prueba alguna de su presunto impacto sobre el envejecimiento.
Además, se observó la aparición de efectos colaterales y secundarios adversos, como hipotensión arterial, dificultades respiratorias y convulsiones, que motivaron el rechazo definitivo.
Tres décadas de Gerovital®
En 1985, la doctora Aslan publicó en el Romanian Journal of Gerontology and Geriatrics su trabajo “Técnicas y efectos del tratamiento con Gerovital H3, después de 34 años de uso”.
Este escrito era una síntesis de la investigación realizada por la doctora y sus seguidores durante este período, y señalaba los estudios llevados adelante en diversos países que “confirmaron la superioridad del producto rumano sobre otros similares”.
Las consecuencias clínicas del tratamiento con procaína en pacientes de tercera edad eran principalmente –según manifestaba Aslan– la reducción de la depresión y la ansiedad; el incremento de la voluntad de vivir; el crecimiento de la capacidad física e intelectual, en especial en lo concerniente a la recuperación de la memoria y de las facultades auditivas, visuales y olfativas; la mejora del aspecto de la piel y el cabello; la reducción de las manchas seniles y la queratosis; el aumento del tono muscular y la movilidad articular; el crecimiento y la repigmentación del cabello, además de la normalización de la presión arterial.
El Gerovital, como el aloe vera, parecía ser un Aleph de propiedades beneficiosas.
El producto fue certificado por las autoridades rumanas para producir una acción estimuladora en la regeneración del hígado, la mucosa gástrica y la médula ósea, pero también en la regeneración fisiológica y morfológica de los músculos estriados y el sistema nervioso periférico.
Los estudios sobre distrofia nerviosa efectuados por el equipo de Aslan mostraron una eficiencia superior del Gerovital cuando el tratamiento se aplicaba antes de que se produzca la distrofia, lo que comprobaba su utilidad con fines preventivos, base para su aplicación en el campo de la Gerontología Social propugnada por la médica.
El oscuro final del túnel
No le fue dado a Ana Aslan atravesar la barrera mítica de los 100 años, ni conocer el ocaso del siglo 20; no supo del derribamiento del Muro de Berlín, ni de la unificación de Alemania, ni del fusilamiento público del matrimonio Ceaușescu, ni de la caída de la Unión Soviética que concluyó la Guerra Fría, ni de la desintegración de Yugoslavia, ni de la liberación de Nelson Mandela y el fin del apartheid, ni de la Guerra del Golfo; la clonación de la oveja Dolly, el desciframiento del código genético en los seres vivos, los avances de la medicina en la tecnología de imágenes, la telefonía celular, Internet, la exploración de Marte, la Estación Espacial Internacional, le fueron ajenos, aunque sucedieron antes de que se cumpliese el centenario de su nacimiento.
Sumida en el olvido público, la creadora del Geroviltal H3 que auguraba una esperanza de vida habitual media de 120 años murió –apenas– a los 91, el viernes 20 de mayo de 1988, y fue enterrada el domingo siguiente tras una ceremonia civil que ella habría querido fuese religiosa.
La circunstancia pasó desapercibida durante casi una semana para el pueblo rumano (más ocupado en las convulsiones económicas y políticas del país) hasta la publicación de un pequeño artículo necrológico en un periódico de Bucarest el jueves 26.
El complot que no fue
No faltaron ni faltan las teorías conspirativas y las hipótesis que señalan la existencia de una sombría confabulación para asesinar a la madre de la gerontología moderna, acaso maquinada por la policía secreta del régimen comunista que la había patrocinado, acaso por la KGB o la CIA que siempre andan al acecho, acaso por las multinacionales celosas de su genial invención.
La mitología urbana no concibe cómo puede morirse así sin más, con jóvenes 91 años, en la flor de la vida, la inventora del elixir de la eterna juventud.
El deseo de perdurar por mucho tiempo, la idea de la longevidad que desvela a personalidades de la ciencia –como Craig Venter, el gestor del Proyecto Genoma Humano de 1990– o de las nuevas tecnologías –como Larry Page, creador de Google junto con Serguéi Brin– está presente desde siempre en una profusión relatos, en todas las sociedades y culturas.
Sin embargo, no pudo ser satisfecho por la mismísima creadora del Gerovital.
Ese instinto de resistencia frente a la declinación física y mental progresiva que nos lleva a la muerte es quizás el hecho emotivo más extraordinario y profundo de la naturaleza humana.
La búsqueda del Grial, de la panacea que detenga a la vejez, continúa 3 décadas después de que la leyenda de la doctora Ana Aslan se fuera físicamente con ella a la tumba, contra sus propios pronósticos.