Manuel Belgrano primer economista del Río de la Plata.

Manuel Belgrano el primer economista argentino

Nacido el domingo 3 de junio de 1770 en la Buenos Aires del Virreinato del Perú del Imperio Español bajo el reinado de Carlos III, y muerto el martes 20 del mismo mes en 1820 en la Buenos Aires de las Provincias Unidas del Río de la Plata –lo que da a junio un cariz particular– es menos sabido que fue Manuel Belgrano el primer economista del Río de la Plata.

El chico de los mandados del poder

Manuel Belgrano primer economista del Río de la Plata: 200 Pesos Fuertes.
Muestra de imprenta del billete de 200 Pesos Fuertes de 1869, librado por la provincia de Buenos Aires recién en 1876. El retrato de Manuel Belgrano es una reproducción facsimilar adaptada del realizado por el pintor francés François-Casimir Carbonnier en 1815, durante su estadía en Londres.

“Admití porque no se creyese que repugnaba los riesgos, que sólo quería disfrutar de la Capital…

Manuel Belgrano

El 20 de junio de 2020 se cumplirán 250 años del nacimiento y 200 años de la muerte de Manuel Belgrano, acaso el único prócer argentino hoy indiscutido, con la excepción de José de San Martín, aunque ambos debieron padecer en vida encargos desmesurados, menosprecios, persecuciones y olvidos.

El joven Manuel Belgrano, quien no tenía formación militar alguna, podría haberse convertido en un profesional prestigioso y adinerado sin moverse de Buenos Aires (a los 24 años ya había sido nombrado Secretario Perpetuo del Consulado de Comercio de Buenos Aires), pero decidió –siempre listo– aceptar los desafíos que todos preferían evitar.

En 1797 fue designado capitán de las milicias urbanas por el virrey Pedro de Melo, cargo aceptado, en sus propias palabras, “más bien […] para tener un vestido más que ponerme que para tomar conocimientos de semejante carrera”.

Billete de 10 pesos argentinos según el rediseño de 2016.
La imagen de Manuel Belgrano se ha sucedido en la moneda argentina quizás con más frecuencia que la de cualquier otro prócer, salvo San Martín.

Ante la inminencia de un ataque de las fuerzas inglesas, el virrey Sobremonte le encomendó la formación de un grupo de choque; cuando las tropas de Beresford desembarcaron el 25 de junio de 1806, Belgrano reunió a un grupo de civiles y marchó hacia el Riachuelo; el primer cañonazo inglés puso en retirada a la desordenada banda de improvisados en armas.

Con la huida de Sobremonte a Córdoba y la capitulación del Consulado en pleno, salvo Belgrano (quien se negó a jurar lealtad a los ingleses), debió refugiarse en la Banda Oriental hasta la Reconquista organizada por Liniers.

Ya como vocal de la Junta Provisoria formada por los revolucionarios de 1810 le fue asignada la expedición militar auxiliadora a la provincia del Paraguay “como representante y general en jefe”, empresa que acometió para que “no se creyese que repugnaba los riesgos, que sólo quería disfrutar de la Capital, y también porque entreveía una semilla de desunión”; para el enemigo, derrotarlo fue un mero trámite.

El 27 de febrero de 1812, después de una seguidilla de infortunios generada por sus adversarios internos, fue nombrado por el Primer Triunvirato brigadier general al mando del Ejército del Norte, en reemplazo del general Juan Martín de Pueyrredón, vencido y replegado en Tucumán.

El Triunvirato lo envió entonces a combatir al Alto Perú con una tropa de apenas 1.500 hombres derrotados, 400 de ellos todavía postrados en el improvisado hospital de campaña, sin artillería ni recursos económicos.

Ese mismo día y sin saber del nombramiento, Belgrano hacía flamear por primera vez la Bandera Nacional, enseña que debió ocultar y cambiar por la rojigualda (la española) por orden de Rivadavia para no ofender a la Metrópoli (sic).

Primer economista del Río de la Plata

Billete de 1 Peso Ley 18.188/69.
Billete de 1 Peso Ley 18.188 de 1969 con la efigie de Manuel Belgrano en color naranja (el de $5, azul oscuro, y el de $10, morado, también llevaban la figura de Belgrano). La moneda estuvo vigente entre 1970 y 1983, significó una devaluación inicial del 10.000% respecto a la denominación anterior (Moneda Nacional) y llegaron a emitirse billetes de 1 millón.

La contradicción más flagrante entre las condiciones naturales de Manuel Belgrano y el fatídico destino al que fue condenado reiteradamente se evidencia en los 16 años que van desde su ingreso al Consulado Real en 1974 hasta su salida en 1810.

“Al concluir mi carrera, por los años de 1793, las ideas de economía política cundían en España con furor, y creo que a esto debí que me colocaran en la Secretaría del Consulado de Buenos Aires.

Manuel Belgrano.

Con la creación del Virreinato del Río de la Plata en 1776, el puerto de Buenos Aires comenzó a vivir una nueva era de actividad creciente, independizada de la administración del Perú.

En las universidades metropolitanas, la carrera de Abogacía comprendía por entonces Economía y Leyes, y de hecho la Economía era un capítulo privativo del Derecho.

Enviado por sus padres a Europa, Belgrano estudió en Salamanca y Valladolid, donde tomó contacto y adquirió enorme entusiasmo con la bibliografía económica imperante en la época.

Campomanes, Filangeri, Galiani, Genovesi, Jovellanos, Quesnay, Smith estaban entre sus lecturas corrientes.

Desde “La riqueza de las naciones” hasta las teorías mercantilistas y fisiocráticas, el joven Manuel devoraba con fruición las reflexiones en materia económica y especulaba con su aplicación pragmática en las colonias de España.

Además de la lengua natal, a la que dominaba con extrema soltura como se comprueba en todos sus numerosos escritos, se manejaba fluidamente en francés, inglés e italiano, lo que le permitió abrevar de las fuentes originales sin la necesidad de traductores.

La Revolución Francesa lo encontró en Europa y, al parecer, fue el catalizador de su interés especial por la Economía como disciplina.

Tuvo acceso a la Economía Política en una academia extracurricular fundada en la Universidad de Salamanca, y participó de cuanta tertulia debatiera los pensamientos económicos de avanzada del momento.

El ímpetu propio de su juventud catalizaría al regresar a Buenos Aires y lo convertiría en un profesional exitoso y renombrado.

De vuelta en el Río de la Plata

Manuel Belgrano en el billete de $10 Ley 18.188.
Las sólidas ideas económicas de Belgrano siempre fueron poco y mal difundidas, pero no comprendidas en su verdadera magnitud, relegadas al olvido por las conveniencias de cada época.

Enfrentado con la realidad rioplatense, se comportó como un economista práctico que aplicó con rigor lo más adecuado de cada enseñanza teórica; para él, el interés era “el único móvil del corazón del hombre”, el trabajo era “la forma de inserción en la sociedad” que preservaba al individuo “de todos los vicios y males”.

“Un país bien dotado de tierra y con habitantes industriosos, que saben cultivar la tierra, se completa con el comercio: este país, sin comercio, será un país miserable y desgraciado.

Manuel Belgrano

Consistente con las ideas de los fisiócratas y en oposición a las usanzas en las colonias de España, Belgrano consideraba a la agricultura una “madre fecunda que proporciona tudas las materias que dan movimiento a las artes y al comercio […] el verdadero destino del hombre”.

Lejos de limitarse a esa visión propia de Quesnay, entendía que la producción agropecuaria debería formar un todo indisoluble con la libertad de comercio, que suponía “la capacidad de los labradores de vender al precio que más les conviniera, sin ser manipulados por los comerciantes de las ciudades”.

Como enseñaba Campomanes, Belgrano concebía a la propiedad de la tierra como “un derecho natural del hombre”, un recurso que debía ser explotado, en oposición a la tendencia instaurada a los latifundios.

Estas nociones desafiaban a las ideas dominantes, que consideraban al comercio como causa de la riqueza, y ponía énfasis en el trabajo de la tierra como valor agregado y manantial de bienes.

Para Belgrano, los excedentes agropecuarios eran los posibilitantes de la transformación y multiplicación de la riqueza a través de la industria y el comercio; la interdependencia era inevitable para cerrar el círculo virtuoso.

“Un país bien dotado de tierra y con habitantes industriosos, que saben cultivar la tierra, se completa con el comercio: este país, sin comercio, será un país miserable y desgraciado”, sentenciaba.

Belgrano el liberal

Billete de 10 mil Pesos Argentinos convertido en 10 Australes.
El billete de 10 mil Pesos Argentinos fue el último, el único con la figura de Belgrano, y el de máximo valor emitido en esa moneda instaurada por el Proceso de Reorganización Nacional en 1983 y reemplazada por el Austral en 1985, luego de recortar 3 ceros al valor corriente.

En la visión del economista, el Estado debía reservarse el papel de la promoción de la construcción de infraestructura –caminos, puentes, canales, puertos– y de la educación, aunque en circunstancias extraordinarias tenía la misión de acudir en auxilio de la población, brindarle alimentos y asegurarle trabajo.

“Es de interés del que quiere proporcionar la felicidad del país, que los misterios que lo facilitan se manifiesten a todas las gentes ocupadas en el cultivo de las tierras y que el defecto de la ignorancia tan fácil de corregir, no impida el adelantamiento de la riqueza.

Manuel Belgrano

La agricultura, la ganadería y el comercio deberían ser libres; no anárquicos o libertinos, sino libres; rechazaba al monopolio como modalidad de la economía, y al contrabando como práctica del intercambio, lo que le valió no pocos enemigos en una sociedad portuaria habituada a ellos y acomodada a su evolución, incluida su propia familia.

Claro que la libertad de comercio, entendía, de ningún modo podíasignificar el descuido del desarrollo interno y de la producción local, que han de ser defendidos sin menoscabo.

Contra un entorno que, a la usanza española, veía al trabajo como un estigma denigrante propio de negros e indios (es decir, esclavos y servidumbre), Manuel Belgrano postulaba al esfuerzo manual e intelectual como eje central de la vida en una sociedad civilizada.

Católico militante, tuvo que confrontarse con clérigos y nobles que consideraban “incompatible con su dignidad el desempeño de trabajos manuales o artesanales”.

La labor de Manuel Belgrano en el Consulado procuró en todo momento conseguir el máximo de autonomía para la economía interior, el progreso de la mano de obra y el desarrollo creciente de la producción, en armonía y coordinación con los intereses de la Corona española.

Al sobrevenir la Revolución de Mayo de 1810, toda su concepción tuvo que adaptarse al nuevo tiempo y abandonar el purismo inflexible.

Para un economista práctico como Belgrano, el desafío no fue difícil en absoluto: todo lo contrario, le permitió profundizar en las nociones más filosóficas de las causas y los procederes que materializan y hacen perdurar la prosperidad de los pueblos.

Belgrano el revolucionario

Facsímil del billete de 10 pesos convertibles a dólares, moneda inolvidable para los argentinos.
La Ley de Convertibilidad fijó la paridad cambiaria inamovible del dólar en 10 mil Australes en abril de 1991 y creó el Peso Convertible a partir del 1 de enero de 1992, moneda que según su ideólogo depararía “más de 6 décadas de crecimiento y prosperidad”, pero luego de desintegrarse sin remedio fue derogada el 6 de enero de 2002.

Por fuera de los aspectos políticos generales, las ideas económicas de Manuel Belgrano para la nación en cierne eran del todo revolucionarias e innovadoras.

“Hay que darle trabajo a la gente. […] No exportemos cueros: exportemos zapatos.

Manuel Belgrano.

“Si la riqueza de todos los hombres tiene origen en la de los hombres del campo, y si el aumento general de los bienes de la tierra hace a todos más ricos, es de interés del que quiere proporcionar la felicidad del país, que los misterios que lo facilitan se manifiesten a todas las gentes ocupadas en el cultivo de las tierras y que el defecto de la ignorancia tan fácil de corregir, no impida el adelantamiento de la riqueza”, argumentaba para aludir elípticamente al fomento de la educación formal.

El país naciente debía invertir la ecuación consolidada, abandonar la importación de bienes elaborados y comprar materia prima en el exterior para manufacturarla en el interior; la verdadera ganancia provenía del valor agregado por la elaboración previa de los sobrantes de la tierra para su exportación ulterior.

Como mostraría la historia de las décadas siguientes, la voluntad de la aristocracia criolla asumiría un rumbo muy diferente, se asentaría en la explotación extensiva, pasiva y limitada a la producción de materia prima –resumida en cereales y vacas– cuyo comercio exterior quedaría concentrado en manos transnacionales.

La sociedad perfecta era para Belgrano aquella en la que se abolieran los fueros y privilegios en favor de la autonomía individual, la capacidad de decisión y la voluntad de producción.

“Los productos de las cosechas exceden en los años regulares en mucho al consumo de los habitantes, con que no buscando en otra parte su venta, serán perjudiciales a este país y vendrá a suceder la carestía en lugar de la abundancia, por una razón muy obvia, cual es, de que ninguno quiere encontrar pérdidas en lugar de ganancias; no habiendo consumo, el labrador que se halla en este caso, abandona, por consiguient , el cultivo, y véase aquí la escasez indispensablemente.”

Ninguna cosa tiene su valor real, ni efectivo en sí mismo, sólo tiene el que nosotros le queremos dar; y éste se liga precisamente a la necesidad que tengamos de ella; a los medios de satisfacer esta inclinación, a los deseos de lograrla y a su escasez y abundancia, postulaba en una pionera concepción del valor.

Billete de ARS 10, el típico “marrón” con la cara de Belgrano.
Penúltima edición del billete de 10 Pesos, moneda actual, que aún conservaba la fidelidad respecto al cuadro de Carbonnier, con el escorzo invertido.

Esto equivalía a decir que en la formación de precios interviene una combinación compleja de elementos objetivos y subjetivos, un razonamiento que adelantaba más de un siglo por entonces, y que aún hoy no logra ser comprendido por la ortodoxia conservadora.

La agricultura sólo florece con el gran consumo, y éste, ¿cómo lo habrá en un país aislado y sin comercio, aun cuando se pudiese encontrar en el mundo como el que yo he propuesto? Así es, que los economistas claman por el comercio, que se atraigan a los extranjeros a los puertos de la nación agricultora, pues la prosperidad de aquellos deba contribuir a la de ésta; con ella se multiplican los hombres y, por consiguiente, los consumidores; éstas dan más valor a las tierras, y aumentan el número de los hombres que trabajan”, enunciaba, por si no quedaba claro.

No sólo fue el primer economista, pero también el primer ecologista de la Patria, promotor de la rotación de cultivos, la forestación, la industrialización de la ganadería y sus derivados, algo así como el desarrollo de lo que en nuestro tiempo diríamos una economía doméstica “sustentable” respetuosa del medio ambiente.

“Ni la agricultura ni el comercio serían, así en ningún caso, suficiente a establecer la felicidad de un pueblo si no entrase a su socorro la oficiosa industria; porque ni todos los individuos de un país son a propósito para desempeñar aquellas dos primeras profesiones, ni ellas pueden sólidamente establecerse, ni presentar ventajas conocidas, si este ramo vivificador no entra a dar valor a las rudas producciones de la una, y materia y pábulo a la perenne rotación del otro: cosas ambas que cuando se hallan regularmente combinadas no dejarán de acarrear jamás la abundancia y la riqueza al pueblo que las desempeñe felizmente.”

En oportunidades, la lectura de Belgrano parece tan actual que asusta un poco, como cuando se ocupa del plano internacional o del endeudamiento externo.

“Cuando dos países comercian lo hacen a través de dinero, esa entrada de dinero repercute en el alza o la baja de la tasa de interés, la cual termina determinando el nivel de actividad del país. Así, un país que tiene una posición superavitaria del comercio exterior tendrá más dinero y su tasa de interés descenderá, lo que favorece aun más su producción. En cambio, un país deficitario en el comercio exterior tendrá menos dinero y su tasa de interés subirá, desalentando aun más la producción. Pero a su vez incorpora las consecuencias del pago de deuda de los déficit comerciales, concluyendo que no hacen más que atrapar al país deudor en una desindustrialización.”

Cualquier similitud con la realidad del siglo 21 no es mera coincidencia.

Manuel Belgrano, primer economista del Río de la Plata.
Manuel Belgrano, además de un abnegado héroe que lo dejó todo por defender a la Patria, fue un economista revolucionario y a la vez pragmático, un “keynesiano” anticipado más de un siglo.

 El pueblo deudor de una balanza pierde en el cambio que se hace de los deudores una parte del beneficio, que había podido hacer sobre las ventas, además del dinero que está obligado a transportar para el exceso de las deudas recíprocas, y el pueblo acreedor gana, además de este dinero, una parte de su deuda recíproca en el cambio, que se hace de los deudores. Así, el pueblo deudor de la balanza ha vendido sus mercaderías menos caro y ha comprado más caro las del pueblo acreedor, de donde resulta que en el uno la industria es desalentada, en tanto que está animada en el otro.”

No es casual que el pensamiento económico de Belgrano haya quedado al margen del conocimiento público, vilipendiado y malinterpretado. Después de todo choca de frente con la ortodoxia reduccionista que, ciclo tras ciclo, nos ha llevado y nos lleva a una infinita sucesión de fracasos.

El padre del padre de la Bandera

Domingo Francisco Belgrano y Pérez, bautizado Domenico Francesco Gaetano Belgrano Peri nació en la villa de Costa D’Oneglia perteneciente al entonces reino de Cerdeña (hoy en la región de Liguria, Italia) el sábado 15 de julio de 1730.

Había arribado al Río de la Plata a bordo del “Poloni” procedente del puerto de Cádiz (donde había pasado buena parte de sus poco más de 20 años) junto con su compatriota Angelo Castelli (quien sería padre del vocal de la Primera Junta revolucionaria y de la Junta Grande, Juan José Castelli) gracias a una autorización real para migrar a América.

Domenico Belgrano Peri se instaló en una finca, adquirida al francés Julian Perdriel, en las cercanías del puerto de Buenos Aires (hoy barrio porteño de Villa Ballester) para dedicarse al cultivo y comercio de aceitunas y aceite de oliva, frutas secas y cereales.

Pese a ser de su propiedad, la chacra conservó la antigua denominación –Chacra de Perdriel– y sería mucho tiempo después, ya muerto el genovés y arrendada a Martín de Álzaga, escenario del primer enfrentamiento entre criollos e ingleses durante las invasiones de 1806.

Consolidado como comerciante, castellanizado su nombre, Domingo Belgrano y Pérez contrajo matrimonio con la santiagueña doña María Josefa González y Casero –descendiente de una acaudalada familia de Santiago del Estero– en la Iglesia de la Merced el viernes 4 de noviembre de 1757.

Acaso gracias a los vínculos logrados con funcionarios de España, en 1769 consiguió la carta de naturalización como ciudadano y, 3 años más tarde, fue nombrado capitán “en atención a su mérito, celo y conducta” por el gobernador último gobernador de Buenos Aires bajo el Virreinato del Perú, Juan José Vértiz y Salcedo, luego virrey del Río de la Plata al morir Pedro de Cevallos.

América del Sur según un mapa de 1782.
Fragmento de un mapa del libro de 1782 “Kolumbus oder die Entdeckung von Westindien” (“Colón o el descubrimiento de las Antillas”) de Joachim Heinrich Campe, donde se registran los antiguos límites del Virreinato del Perú, mas no los del Virreinato del Río de la Plata, instituido por la Corona española en 1776.

Al prosperar, Domingo Belgrano ingresó a la Aduana de Buenos Aires como Administrador (cargo que le era caro a sus aspiraciones) en 1778 con Vértiz virrey; en 1781 fue nombrado Regidor, Álferez Real y Síndico Procurador General del Cabildo de la ciudad.

Llegó a ejercer el cargo de Contador para el Tribunal de Cuentas de la ciudad de Buenos Aires y formó parte del lobby de comerciantes que presionaban para establecer un Consulado en el Río de la Plata.

En 1788, el virrey Loreto –Nicolás Felipe Cristóbal del Campo Rodríguez de las Varillas de Salamanca y Solís marqués de Loreto– decretó la prisión de Domingo Belgrano y la confiscación de todos sus bienes al juzgarlo cómplice en la quiebra del funcionario aduanero Francisco Ximénez de la Mesa; recién en 1794, ya enfermo y abatido, le fueron restituidos la libertad y el goce de sus bienes con Nicolás Antonio de Arredondo (artífice de la instalación del Consulado Real ese mismo año) como virrey.

Supo gestionar el circuito comercial completo del Virreinato, vinculado con España (la Metrópoli), Brasil e Inglaterra, hasta que falleció a los 65 años el jueves 24 de septiembre de 1795, poco antes del regreso desde España de su hijo Manuel.

Dado que en su juventud había alcanzado el grado de prior en la Orden de Predicadores de los Frailes Dominicos, fue amortajado con el hábito de la hermandad y sepultado en la Iglesia de Santo Domingo el domingo siguiente.

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10 de junio: Día del Trabajador de la Carne de la República Argentina.